Siempre he estado a tu lado.
Nos conocimos en tu primer cumpleaños, y aunque tu no lo recuerdas, yo lo recuerdo por ti. Tu carita rechoncheta, con esos mofletitos sonrosados denotaban que estabas muy contento. Fueron pasando los años… Yo siempre estuve a tu lado. Acudía como la cita más importante del año a todos tus cumpleaños y hacía de ellos algo especial, o al menos lo intentaba. Intentaba hacer realidad todo aquello que deseabas, todos tus deseos… pero no me tenías en cuenta. Sin embargo, siempre recurrías a mí.
Hemos compartido la “primera vez”, en la que intentamos mantener un ambiente íntimo, en el que tan solo se vislumbraban nuestros rostros, en la que sólo estaba nuestro brillo.
Momentos de soledad compartida, de profundas reflexiones, de iluminaciones mentales…
Cenas románticas en las que nuestro calor era más que suficiente para dotar a la estancia del más profundo de los candores. La noche de bodas, en la que aún perduraban los efluvios etílicos de la gran celebración y la que, entonces, amenazaba con desatarse en aquella extraña habitación pagada por tu familia. Pero no era suficiente.
Compartimos los angustiosos momentos de los cortes de luz de nuestra casa nueva, de las búsquedas incesantes que hacíamos en busca de linternas o de algún objeto que no se consumiera como lo hacía nuestro amor.
Pero seguimos adelante. Mi luz hizo que la situación no se viniera abajo, que no tiraras la toalla. Te hice recapacitar, pensar, volver a sentir.
Te hice la más importante de las compañías en el funeral de tus padres, te acompañé en aquel lugar lúgubre y con olor a incienso, en aquel lugar en el que olía a soledad.
Siempre te acompañé. Nunca me valoraste.
Ahora, tras 83 años contigo, empequeñecida y curvada, cansada de largas noches a tu lado en la cama del hospital, acudo a tu funeral, en el que velo por ti, en el que te ilumino el camino que has de seguir, en el que acompaño a tus familiares inmensamente dolidos… En el que vierto mis últimas lágrimas de cera por alguien que no me supo valorar. Por alguien que no tuvo en cuenta la vela que lo acompañó a lo largo de toda su vida.
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