En el momento más depresivo,
Entre ojos hundidos en el barro,
Por el inmenso caudal de río,
Tratando de soltar aquel suspiro atracado,
Se me presento él.
Como ver a un cóndor sobrevolando las alturas,
Este individuo transmitía paz y seguridad,
Recojo mis ojos de entre el barro,
Los coloco en sus orbitas para ver con nitidez,
La figura de aquél individuo solo me miraba.
Entre tanto, pude soltar aquel suspiro tan bien soldado,
Me prometió cuidarme en todo momento,
Este en lo correcto o no,
Solo me pidió hacer lo que mejor que pudiese.
Levante aún más mi rostro,
Y con mis dedos le di algo de forma,
Ahora lo veo fijamente a sus ojos,
Estos eran completamente de color azul marino,
Irradiaban una energía increíble.
Pronto de sus omoplatos surgieron dos grandes alas,
De un blanco tan puro como la nieve,
Se elevó hasta el cielo,
Me enseño una señal con las manos,
De que ahora estaba bien.
Al poco de levantarme y caminar,
Nunca jamás podré olvidar,
Que ese fue mi ángel guardián.
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