Eramos dos en el ascensor, ella muy compuesta, impecable, de reojo me fijé en sus cuidados detalles, yo con mi pelo suelto relajada esperando llegar.
Cuando esta máquina se detuvo no imaginé lo que vendría. Luego de todos los intentos de mi parte por hacer que se moviera, me apoyé contra la pared y la miré como esperando algo, un aporte, y si que lo tuvo, pero no el esperado. Casi sin mirarme me dijo, hace calor con ese tono de impaciencia que más parece locura que exeso de temperatura. Se sacó apresuradamente la chaqueta, transpiraba profusamente y solo habían pasado unos minutos. El tiempo extraño yo sin saber hacia donde mirar, su cartera al suelo, ya no apretaba botones, estaba inmovil, siguieron los zapatos de taco alto. Trataba de hacerme invisible pero era tan pequeño el espacio. Apretaba los botones y nada ahí estábamos pendiendo de un cable y en el màs absoluto silencio. Ella de verdad tenía calor, al menos eso parecía, estaba roja y me preguntaba de que color estaría yo, pero éste era uno de esos ascensores antiguos, sin espejos, miré hacia arriba y no había puerta secreta, solo esta caja cerrada, enterrada en el corazón de un edificio.
Estamos encerradas dije estúpidamente cuando desprendía su blusa apuradamente. NO se me ocurría tema de conversación, menos ante este espectáculo, que bien podría sonar sensual, pero al parecer no lo era, a pesar de que era de verdad una mujer atractiva. Su respiración ahora entrecortada y ya en unos graciosos calzones y brazier, el ascensor lleno de sus prendas y yo pegada aún a la pared sin poder evitarlo comencé a reir, cada vez más, imposible abstraerse de la situación, mientras màs me reía ella màs se abochornaba. Mis carcajadas dolorosas me tenían doblada en dos imposibilitada de reprimirme y entre incontinentes intentos mojaba mi jeans, hacía esfuerzos y apretaba mis labios y volvía a explotar cada vez peor.
Estabamos concentradísimas cada una en lo suyo cuando sin preambulos se abre la puerta, no se cuanto tiempo pasó ni antes ni en este momento, pero estos rostros no los olvidaré. Deben haber sido 5 o 6, inmòviles, boquiabiertos, tan compuestos, tan vestidos, que se dice, que se hace, y sin pensarlo pulsé nuevamente el botón "cerrar" y volvimos a ser nuevamente las dos en el ascensor. |