Dama de la media noche
Roberto estuvo trabajando desde el medio día hasta la media noche. Las horas pasaron lentamente y Roberto, con un taxi prestado, apenas si pudo reunir para reponer la gasolina y el almuerzo de día siguiente. Él estaba cansado y listo para regresar a su casa cuando vio a una dama delgada que desde una esquina le hacía señas para que la recogiera. El taxista dudo en detenerse pero se sobrepuso al ver más de cerca el rostro triste y pálido de aquella mujer.
La dama abordó el auto y con una voz dulce y serena le rogó al conductor que la llevara urgentemente a la calle 15, casa 33. Roberto inició el rumbo sin retirar su mirada del retrovisor. La mujer no era muy bella pero tenía un aire clásico y unos ojos llorosos que cautivaron al taxista. Este se concentró en busca el número de la casa, pero todo fue inútil, estaba al final de la avenida y ningún número coincidía con el que le había dado la mujer. Roberto decidió volver a preguntarle, pero al mirar por el retrovisor, la mujer no estaba en el asiento. Un frió intenso recorrió el cuerpo del taxista, como una fuerte corriente, pero después de un momento, razonó y pensó que la pobre seguramente se había quedado dormida y yacía acostada en el asiento. Roberto no quiso despertarla y decidió dar una vuelta más para ver si daba con la dirección. Finalmente, ya cansado detuvo su auto y volteó hacia la parte posterior del asiento para despertar a la mujer.
El frió se hizo presente nuevamente sobre la nuca del taxista cuando este se percató que estaba completamente solo. Su única reacción fue abandonar el auto y corre sin rumbo, pero su fuga se vio frustrada cuando vio un vehículo estrellado contra un árbol. Roberto aun confundido, pudo ver a que dentro del auto había un joven con la cabeza ensangrentada, y a su lado un una mujer delgada y pálida que lo consolaba solloza. El taxista había visto muchos accidentes un su oficio y sabia que hacer, así que regresó de inmediato a su taxi, y desde allí llamó por radio a las autoridades.
Roberto permaneció dentro de su auto; estaba confundido y el cansancio no le permitía sentir ninguna emoción. Habían transcurrido diez minutos cuando Roberto finalmente salió de su trance y uno de los socorristas se le acercó y le dijo:
-El muchacho se va a salvar. Si UD. no nos llama a tiempo, ya estaría muerto.
Roberto levantó la mirada y preguntó: Y ella, ¿que paso con la mujer que estaba junto al él?
- ¿Cual mujer? Preguntó extrañado el socorrista. – Ese pobre muchacho se encontraba solo en el auto.
…. Días más tarde, Roberto leyó en el periódico el caso curioso de un joven que había estrellado su vehículo en el mismo sitio donde la madre de este había muerto hacia 10 años.
-Era ella, Dama de la media noche. Musitó Roberto.
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