Agarré mis canciones y las eche todas en mi mochila.

Recorrí, pueblos, urbes, chacras, montañas y playas.

Las fui regalando de a una y de a miles conforme gentes me iba encontrando.

Conocí algunos burgueses y algunos analfabetos, gente de otras razas y gente autóctona.

Encontré riqueza en todos para componer, en el alma noble y en el del corrupto.

Creí mezquino atesorarme tanto y por eso partí a regalarlas.

Pero hubo tanto que aprender!

Que volví con dos mochilas, un morral, un canasto y un maletín de mano.

Lleno de canciones y melodías nuevas.

Ahora se están desbordando en mi habitación.

Y se escapan escandalosas por las ventanas y a escondidas por las rendijas.

Aparecen entre sueños, otras me abofetean con su realidad.

Se atropellan todas en mi guitarra y se regocijan entre las cuerdas.

Algunas son aterciopeladas y otras tiene espinas como púas.

Unas son rosas, otras rojas y algunas negras, a menudo prefiero las naranja.

Creo que tendré que agruparlas, por tamaño y olores.

Para calmar el alboroto que en mi alma han causado.

Y las he guardado en cajones, a otras apilado en repisas.

Algunas por ahí las cantó. Si!, poner orden es necesario!

Las seguiré regalando a medida que encuentré más en mi próximo viaje.


Han sido correjidas las cacofonías. Me dí cuenta solita, habría preferido leerlo en alguna crítica