Hubo una vez un hombre que solia ser por naturaleza un inconciente y un soberbio. Creia que lo podia hacer, y podia tener todo. Era la persona más avara y fría que podia existir en el planeta. Pero una mañana, supo que su hora se estaba aproximando, y se quedo lujuriosamente pensando en todos los bienes, mujeres, y cosas que el habia tenido durante toda su triste y asquerosa vida como una torcida alma. Comenzo a delirar silenciosamente, mientras sus ojos grises se tornaron lentamente. Su conciencia tan negra y imunda, no le podia permitir abrir la boca y decir "perdon" por todas aquellas cosas que lo envenenaron de pura soberbia. Entonces, penso que lo mejor seria callar y esperar hasta que la hora llegue a tiempo.
Cuando creia que ya se aproximaba, comenzo a sudar friamente, diciendo algunas palabras sin sentido, escuchando las ultimas palabras de un afonico corazon. Cuando de pronto, su cuerpo no pudo más, y su mente se apago muy lentamente, hasta que sus blancas manos se resbalaron y su cabeza se quedo sin fuerzas para moverse. Así es, el hombre que tanta lujuria, soberbia y avarcia le aterraba, habia fallecido muy tragicamente. Su hora se aproximo, y sus labios se secaron. Su amargado rostro se comenzo a deteriorar, y sus frias manos, palidas se volvieron.
Nunca más volvieron a recordar el nombre de una persona tan inconciente y avara como este hombre. Pero este no era el fín de su viaje, todavia queda algo más... Al final de todas nuestras vidas, siempre hay un juicio por las fechorías y caridades que nosotros hemos realizado. Se cree que si las fechorías son más que las caridades, entonces recibes un castigo eterno. Si no es así, entonces recibes la pleno descanso. Pero este hombre nunca fue conciente de lo que se esperaba...
Desperto aquella mañana en un puente cerca a un largo y bello mar, donde era tapado por una espesa neblina. Ahi, el vio a lo lejos del puente, una montaña con varios pelicanos y gaviotas volando alrededor de la montaña como si alguien hubiera muerto. En el puente, cerca de las blancas barandas, habia un viejo señor con un blanco esmoquin que estaba mirando hacia el mar, contemplando a la naturaleza. Este viejo hombre estaba fumando un cigarrillo, y estaba pensando en lo que veia muy concentradamente, cuando perdio la mirada, y vio al avaro y inconciente hombre que habia despertado en el puente. Lo miro concentradamente, como si algo estuviera escondiendo, y el viejo estaba muy curioso de lo que este hombre escondia. De pronto, el viejo saca una nota de su blanco esmoquin, leyendo lo que decia. El rostro del viejo, despues de haber leido la nota, estaba medio sorprendido e intrigado. Se dirigio al hombre con un cariacontecido rostro y le dijo:
- ¿Es usted aquel hombre que fue avaro, inconciente, y soberbio?
El respondio orgullosamente con un "sí", y lo miro al rostro como si nada malo habia hecho.
El viejo fumo un poco, por los nervios y la inmunda conciencia que podia tener este hombre de mal vivir. Entonces, vio la nota de nuevo con mucho asombro, despues de haber escuchado lo que muchos nunca se atreven a decir, aquello que en sus vidas fue el traspié, este hombre lo dice con mucho orgullo como si fuera un sueño, o algo normal. Derrepente el viejo hecho un grito de desesperación, y le pego al hombre con una bofetada. Y le dijo:
- ¿No sabes lo que acabas de hacer, sinvergüenza?
- En realidad no, solo estoy aqui, y repentinamente usted me castiga como si fuera el Dios del cual me hablaron hace mucho tiempo. -Dijo el hombre asustado.
Entonces el viejo echo a reir muy amargamente, y le dijo:
- es que... Yo soy Dios
En ese instante, el hombre quedo aturdido, y se cayó al suelo. Arrastrandose por el suelo, pudo ver bien lo que le contesto el viejo. Siempre creyo que estaba bien, que nunca iba a cometer el error de su vida... Pero inconcientemente, lo cometio...
Al largo de la vida, nunca pudo abrir los ojos cubiertos por toda esa oscuridad. Y muy tristemente ahora, los pudo abrir, pero ya era demasiado tarde. Dio la vuelta el hombre y se apoyó en la blanca baranda. Comenzo a sonreir muy nerviosamente, contando toda su vida desde que nacio bueno, y murio corrompido por la sociedad. Comenzo a fumar un cigarro, y contaba las historias que el mismo se acordaba. Eran historias tragicas, y muy melancolicas de pronunciar. Muy amargado, el viejo se tuvo que despedir, porque el hombre habia hecho una mala vida. Pero no se despidio con antes tener un díalogo con el hombre. Le dijo:
- Ojala puedas un momento retroceder en el tiempo, pensar que pudiste ser alguien más, y arrepentirte de lo que hiciste
- Ojala me pudieras perdonar por todas aquellas estupideces que he construido durante varios años. - Dijo el hombre arrepentido-
-Es tarde, construiste un muro que yo no puedo traer abajo, tan solo esperar hasta que tú mismo lo derrumbes, solo te queda arrepentirte.
- Entonces, me quedare aquí, sollozando por muchas cosas que no pude reparar. ¡Si tan solo pudiera regresar el tiempo y mirar hacia el bello horizonte, si tan solo pudiera arreglar lo irreparable, si tan solo pudiera encontrar aquellos caminos y atajos que perdidos estan, seria el hombre más feliz del mundo entero, y nadie lo podria negar. Solo asi no tendria que arrepentirme de esta inconciente vida, que a veces uno construye!
Dijo así el hombre, y comenzo a llorar muy lentamente. Mientras fumaba cigarro por cigarro, el hombre comenzo a contemplar lentamente el mar, cuando el dia comenzaba a oscurecer.
Y solo se quedo en el puente al costado del mar...
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