Amo tu piel rendida en cada orgasmo, el rostro atardeciendo junto a la cima de mis pechos, tu alma, nuestro sino, el soplo de tus labios navegando en cada instante, la luz atravesándonos los cuerpos, el sol, tu mirada hilvanando los sentidos, la habitación, mis manos, tu boca ahogada en la eternidad de mis espasmos, el cielo y otra vez la tarde rondando los silencios. Te amo deteniendo al mundo dentro de tus ojos, burlando el sentido de la vida, gimiendo, rompiendo en llanto, abrazando la dulzura de tu lengua que respira en mis entrañas, recorriendo tu sonrisa hechizada en dos hoyuelos. Tus frases, el encuentro, la desnudez paralela a mi semblante, el sonido de tus letras perfectas e infinitas, los astros, las lágrimas; no estoy sin ti, ni exhalo sin tus labios, me derramo dentro como un amanecer que nace con tu felicidad, entero, triste, asustado, riendo o dolorido, lo demás de mí es siempre tuyo, desde la tierra al alma.
Ana Cecilia.
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