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Fue extraño y me di cuenta que mis rodillas no dejaban de temblar. Me acerqué de a poco y cuando ya estaba a unos metros me paré delante suyo y me quedé inmóvil. Él notó que alguien estaba delante suyo, y con molestia alzó la mirada. Cuando sus ojos se chocaron con los míos, su expresión cambió completamente. Una mueca en la cara de alegría y sorpresa le ganó a esa carita de serio que siempre llevaba. En ese instante me di cuenta lo que estaba haciendo, que estaba ahí parada a punto de establecer una conversación con este chico misterioso y entré en completo pánico. Ya no podía salir corriendo, porque sería la escena más patética de mi vida, así que respiré profundo y me animé a pronunciar un tímido y bajito “hola”.
En el momento me creí bastante tonta, pero a medida que fue avanzando la conversación fui sintiéndome un poquito más segura.
Creo que al escuchar mi voz se sintió mas seguro, porque yo estaba aterrada. Con mucha comprensión me saludó y empezó con la conversación. Realmente fue bonito, me gustó demasiado haber hablado con él. Me dijo que se llamaba Daniel, y que tenía 19 años, que estaba estudiando licenciatura en historia y que planeaba irse del país apenas terminara con sus estudios. Creo que debimos haber estado más de 3 horas hablando de mis cosas y las suyas. Por primera vez me interesó escuchar los asuntos de otra persona, y los escuché con tantas ganas, que hasta me sorprendí a mi misma. Era sorprendente como cada palabra que salía de su boca me llamaba la atención, me atraía, me encantaba.
El con sus 19 y yo con mis 17 disfrutamos una tarde contándonos cosas de nuestras vidas y presentándonos. Ya eran las 7 de la tarde, había oscurecido la helada nocturna ya estaba empezando a salir de su guarida. Nos despedimos con un beso en la mejilla que nunca voy a poder olvidar y crucé la calle. Me quedé viendo como el se alejaba del parque, caminando entre las hojas, solitario y todavía misterioso.
Entré en mi casa sintiéndome ruborizada, y con una sonrisa de oreja a oreja. Al fin había podido hablar con el chico del árbol, me había animado a pararme y decirle un enternecedor y muerto de miedo “hola”. Me sentí muy a gusto con esa tarde, pero ahí mismo me puse a pensar… ¿cómo serán las que siguen?
Me acosté en mi cama pensando en Daniel, y no podía creer que estuviera tan pendiente de alguien, que dejara de verlo como a una simple presa.
Creo que fue esa charla que tuvimos, nuestra primera conversación, la que cambió el rumbo de mis cosas. Mis formas de ver la vida, la manera de actuar y metas cambiaron.
A partir de esa tarde, todas las que siguieron fueron muy similares. Yo pasaba cerca suyo y el atentamente me saludaba e invitaba a pasar un rato charlando. Daniel era muy particular, sus ojos verde-miel siempre estaban fijos en mi, como si me adorara y estuviese completamente hipnotizado. Podía sentir su mirada atravesarme, recorrer cada parte de mi, y terminar en mis ojos. Su aroma era demasiado para mi, me hacía acordar a esas mañanas donde todo es hermoso y el día nos espera con una gran trayectoria. Dulce y amargo, me envolvía y dejaba su marca en mí. No podía evitar sentirme atraída y a medida que el tiempo pasaba me iba atrapando cada vez más. Recuerdo una tarde de miércoles que no había llevado su libro de siempre, de hecho, tenía varios libros a su alrededor. Me acerco y estaba estudiando la civilización antigua europea. Estuvo un buen rato contándome sobre lo que sabía, compenetrado y alegre. Yo, escuchando, sin poder sacarle la mirada de encima. Me contó una historia sobre dos amantes en Macedonia que abandonaban todos sus cargos políticos para escaparse de la ciudad e irse a vivir juntos a Babilonia. Que los persiguieron hasta encontrarlos y que lucharon por lo suyo hasta no poder más. Me conmovió bastante y me hizo pensar en las cosas que el amor puede hacer que lleguemos a hacer… Extraño, pero real.
Al verme llegar siempre cambiaba su humor por uno más alegre. Disfrutábamos pasar esas tardes a los pies del manzano de la plaza de enfrente de mi casa.
Todo iba perfecto hasta el día en que se animó y me invitó a salir de nuestra placita/guarida e ir a pasear por algún lado.

Texto agregado el 26-07-2006, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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