(Dedicado a Miriam Gómez)
La puerta trasera se cierra lentamente y Adriana empieza a correr hacia el auto. Con las manos ocupadas por las maletas espera que Santiago abra la puerta pero tres segundos más tarde reacciona y sabe que eso, no sucederá. Después de las maromas logra ingresar al vehículo repitiendo mentalmete "Martín, Martín, dónde estás mi Martín?".
El camino a la casa de María, su amiga de toda la vida, será algo largo, sobre todo por el compacto silencio que invadía los treinta centímetros que la separaban de sus esposo. Adrina empezo a recordar cada uno de los besos de Martín, sobre todo los segundos anteriores al beso, cuando la miraba con tanta fuerza y ella se estremecía y entendía que vivir sólo tenía un fin: estar en ese momento, desnuda para Martín; sentir cómo los cuerpos jugaban su propio juego mientras las almas se divertían de lo lindo saltando de mano en seno y de seno en boca, recordar cómo su cuerpo se suspendía en los brazos flacos de su amante y su cuello perdía la conexión con la voluntad, para ser dominado luego por la inquietante lengua, que además de esa, tenía muchas otra virtudes...
Adriana mira el vidrio, ha empezado a llover. –Como el día que estaba con Martín– piensa. El olor a madera llega a su memoria, sin saber cómo, pero ella lo recibe con todos sus matices y se entrega de nuevo al recuerdo mientras detecta que se siente tremendamente exitada, y más que desear a su amante, siente unas inmensas ganas de llorar, y sin saber por qué, se decide a preguntarle a Santiago "vos qué putas haces conmigo?"... Santiago la mira asombrado, pero en cierta forma esperaba esa reacción, y se envalentona para detener el auto y contar hasta cinco y desembocar su amargura en los ojos de Adriana, que para esa altura, ya manaban lágrimas desesperadas... "Y dime Adriana, en verdad pensabas que no iba a darme cuenta, crees que no te conozco lo sufieciente como para notar la falta de amor en tu mirada, la ausencia de tus caricias, y la falta de tus abrazos?"
Adriana sintió la voz más fulminante del mundo pero ya no era hora de arrepentimientos, mucho menos de explicasiones, sin embargo tenía baches de culpa que le impedían continuar la saga de insultos que había improvisado segundos antes.
Santiago pone en marcha el vehículo y empieza a llorar también aunque más atragantado, mientras que Adriana maquina lentamente cada una de las posibilidades y siente que por primera vez,está asustada por la terrible anunciacón que puede traer la lluvia.
Horas más, el carro se detiene frente a la casa de María, quien los espera tiernamente con el saquito de lana que le diera Santiago meses atrás. Adriana sale del auto y se tira a los brazos de su amiga para no ver a su esposo. Permanecen abrazadas fuertemente y no atinan pronunciar palabra, sólo gimen y enredan sus cabellos y cierran los ojos muy fuerte. Acto seguido, el revólver de Santiago escupe un proyectíl en la sien que le quita el aliento de inmediato, mientras que Adriana se deshace y cae, ya en silencio, sobre las piernas de María, lleva la mano derecha a la boca y susurra: "todo se ha consumado".
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