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La galería de arte acababa de abrir y sin más ni menos fui a “deleitarme” con los cuadros de uno de mis pintores favoritos y mi mejor amigo. No quería ir, pero el prácticamente me obligó y fui como cerdo al matadero. Al tercer aburrido y escaso de talento cuadro, miré a mi izquierda y vi la obra que realmente buscaba ver. La que tanto anhelaba. La mujer. De pelo oscuro, grueso y con mucho cuerpo, el cual parecía pedir un cepillo desde hacía dos semanas y media. Una espalda derecha que gozaba del aire libre y una cintura que alardeaba su poco trabajada flaquencia. Sus caderas, contradiciendo a su cintura, eran exuberantes y apasionadas, buscando la enajenación total de su ombligo. Más abajo se acababa su vestido de épocas remotas para enaltecer unas piernas fortalecidas por el camino. En ese momento dije “Es ella”, la mujer con la que simplemente no podía parar de soñar, la que había provocado en mi la ira varias veces de no querer vivir hasta que no estuviera a mi lado. La necesito. En ese momento decidí observar con detenimiento cada detalle de esa obra viviente. Mi obra. Se me paraban los pelos apuntando hacia ella, casi halándome, cada vez que se movía de un cuadro al otro. Las puntas de su cabello se contoneaban por su liberada espalda haciéndole delicadas cosquillas a su cintura. Ella bailaba. Mientras todo estaba quieto ella bailaba.

¿Qué hacer? ¿Llorar o reírme? Sin titubeos me fui acercando a ella, casualmente, queriendo que nuestros dos mundos chocaran para convertirse en uno. Mi mente, como una crecida de río, se nubló por la causalidad de todos mis pensamientos. No buscaba más que mirarla a los ojos y que ese acto fuera recíproco.
-“Estos cuadros son pintados por mi mejor amigo”
¡Pendejo! Ahora va a creer que alardeas. Total, ni que Frank supiera pintar.
-“Escasean de talento”
¡Lo sabía! Piensa igual que yo. Definitivamente es ella.
-“Comparto tu misma opinión. Soy Manuel y tu eres…”
-“Matilde. Los colores de este cuadro no me parecen convincentes. Y su textura está un tanto vacía…”
¿A quién le importaba el cuadro? ¿Por qué me seguía hablando de algo que me parecía tan superficial al lado de ella? No pude ni tan siquiera darle la mano por su delicada descortesía.
-“¿A qué te dedicas si se puede saber?”
-“Soy escritora y directora de teatro”
-“Yo soy músico. Te fijas como más o menos entramos en el mismo campo…ehhh…Matilde…”
Como si a ella le hubiese interesado. Continuaba sin darme ni tan siquiera una mirada, ni por casualidad.

Para el sexto cuadro ya la doceava sensación de amor por ella la invité a tomarnos unas cervezas, como pensando que el tiempo se hacía corto perdiéndolo en la galería. Sin esperarlo, arranqué de su embriagante rostro una mirada coqueta de aceptación. Sus ojos negros revelaron la candela que me hacía arder tanto, y casi por instinto, agarré su mano para salir de allí, dándome cuenta que ella había estado todo ese tiempo jugando con mi inseguridad.
-“¿Te vas ya? No me digas que terminaste de ver mis cuadros”.
Me le acerqué al oído y le dije:
-“Frank, es ella.”

Fuimos al bar de la esquina, y, como por arte de magia, ella comenzó a preguntarme sobre mí. A mí ya me daba igual si hablaba o no, lo importante era que estaba con ella. Siempre dejando un sabor ambivalente ante lo que me preguntaba; nunca supe si lo hacía con sarcasmo o si le empezaba a interesar verdaderamente.

Estuvimos hablando por tres horas y ella decidió que era mejor salir a caminar por las calles. Me parecía un sueño, ya nos conocíamos perfectamente bien ambos y casi podía sentir que ella me quería. Me había contado todo sobre sus viajes a Asia, Europa y Suramérica. Yo, como siempre, solo le podía contar sobre mis trabajos como músico. En ese momento creí en el destino; era increíble como nos había juntado en esa horrible exhibición. No importaba lo que ella iba a decir o hacer, ya yo sabía como iba a concluir esa acción.
-“Mi vida gira en torno al teatro. Soy nada sin él.”
¡Qué equivocada estaba! Ella era demasiado para la vida misma. ¿Cómo podía quererse tan poco?

Sin darnos cuenta, llegamos a su casa (aunque realmente nunca supe si fui yo el único que no se dio cuenta). Sí, la casa que no está pintada y en donde la grama padece de la misma condición del cabello de Matilde. Era hermosa. Llegamos a la puerta y sin pronunciar palabra sus labios me invitaron a pasar. Caminé directo a una inmensa ventana en la sala, buscando inconcientemente esa señal del mundo. Un mundo que había conspirado para que nos encontráramos esa noche tan perfecta. Mientras le daba de comer al gato yo inventaba una canción en mi mente que se titulaba con su nombre y en la cual describía perfectamente olores que nunca había tenido presentes en mi vida.

Me paré justo al lado de ella para contemplar cada uno de sus movimientos. Pensaba que vacilaba yo solo en mi propio espacio, pero me di cuenta que ella era parte de él en el momento en que me dio una mirada serpentina. Sentida por mi como un petardo dentro del estómago, corrí detrás de ella, temiendo que nunca más volviera a sentir lo mismo. Era como un tigre capturando a su presa, luego de varias semanas sin probar bocado. Ella fue arrojada a la cama por un hombre que esa noche se sentía liberado y estaba desenfrenado al amor. Todo se paralizó por unos pocos segundos, en donde aproveché:
-“Soy músico y tu eres baile para mi música”
Empecé a sentir cómo ella forcejeaba contra mí, pero ya era tarde, yo no podía retroceder. Lo que me estaba pasando era demasiado como para controlarlo. Comencé a robar lo que ella era, lo que había en lo más profundo de su interior, su esencia. Me sentía como un verdadero ladrón. Ella a penas podía halar mi corto cabello, tratando de impedir algo. Yo jugaba con el de ella. Ella me pellizcaba y me aruñaba, y yo me lo hacía también para probar que no estaba soñando. Ella me gritaba, pero yo estaba demasiado embelesado, la música de mi interior no me dejaba oír ruidos externos.

Las piernas a punto de desbaratarse como dos postes en plena tormenta al compás de un corazón que quería estallar.
-“¡Déjame!”
Me gritaba ella. Pero casi no le entendía, como otro idioma. Ambos fuimos atropellados por la pasión. Ella brillaba, era incontrolable, porque ese brillo se proyectaba en mí también.
-“¡Déjame!”
Insistía más fuerte. Yo no podía entender que le pasaba. Tampoco podía parar de mirarla. Me apretó fuertemente y entonces realicé que le estaba haciendo el amor. Amor. Sucumbió extenuada ante un terremoto de pasiones que no esperaba, que no cesaba, que la tomaron muy de sorpresa.

Cuando llegué a la calma todo mi cuerpo estaba agotado. El de ella estaba agobiado. Yo seguía encima de ella, dando mis últimas retorcidas jadeantes. Solo quería sentir que seguía siendo mía.
-“¡Déjame!”
Me volvió a repetir, esta vez un poco más calmada. La miré con atención y sospecha para que me repitiera lo que había dicho. Mi ceño fruncido no la intimidó y prosiguió igual de jadeante que yo:
-“¡Déjame! ¡Déjame ver al hombre que tanto he amado esta noche!”
Se oyó como el final de la canción que componía desde que había entrado a su casa. Era una melodía perfecta la que ella y yo acabábamos de componer. Me acerqué a ella y sus labios se encontraron ardiendo contra los míos. La rodeé con mis brazos. No tenía escapatoria, había logrado robar su amor en esa primera noche de pasión.

Texto agregado el 25-07-2006, y leído por 277 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-09-2006 Se me hizo un relato muy bueno. Sobre todo logras captar la atenciòn del lector de principio a fin. Tus descripciones son buenas y haces que nos metamos de lleno en la historia. Definitivamente me gustò. Saludos. tigrilla
26-08-2006 En calidad tema, construcción, trama, prefiero a "Débora..." Coincido, se deja leer de un tirón, demuestras fluidez, ingenio para contar historias; esta puede ser real, como una anécdota. Tus relatos denotan talento. Felicidades. cvargas
18-08-2006 simplemente aplausos alejandro666
16-08-2006 buenisimo amiga!!! me encantaron tus descripciones.. de verdad esperas una cosa.. y luego con ese titulo... me engañastes.. me encanto stellawasadiver
13-08-2006 Interesante. Me ha gustado leerlo. Un saludo de SOL-O-LUNA
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