Si me vieran sentado, escribiendo en una computadora, seguro pensarían que estoy loco, y es verdad, no me agrada hacer lo que los demás hacen, es como mascar un chicle mentolado que es rico hasta que se esfuma el sabor. Estoy dentro de un centro comercial, escondido en una computadora, pago unos centavos por hora y como no tengo nada que hacer mas que esperar a que me paguen la mercadería que dejé, me he sentado a escribir mis pasos por la vida. Temprano estuve con dios, me dijo muchas cosas pero ya las he olvidado, sobre todo después que salí a vender la mercadería al centro comercial, en que estoy sentado esperando a que me paguen y toda mi conciencia está en la plata que estoy esperando, y que me va a servir para pagar todas mis deudas, esas que no me dejan tranquilo mientras escribo, duermo, respiro, o escucho los consejos de dios, así como esta mañana pero que ya no me acuerdo. Todas las mañanas me reúno con dios, es bueno el dios, no es como esos viejos que reniegan cuando uno comete errores, no, el no es así, mas bien le agrada que uno sea original y que vaya por el mundo haciendo diferencias, de esas que escandalizan a medio mundo, como lo que hice después de que estuve con dios... Puedo contarles lo que hice pero no me atrevo, es entre dios y yo, pero, ¿por qué no? Es diferente ser chismoso y contar las cosas de dios. Les diré que después de escuchar sus consejos salí hacia mi centro de labores. Recogí las llaves del auto, cargué la mercadería que tengo que llevar al centro comercial y antes de entrar, decidí hacer algo diferente. Vi a una anciana cruzando la pista con gran dificultad. Me detuve y bajé del auto en medio de todas las bocinas de los autos que estaban detrás de mí. Me acerqué a la vieja y la ayudé a cruzar la pista. La hice sentar en una banca y le di un beso en la frente. Me di media vuelta y corrí hacia mi auto cuando vi como cinco policías alrededor. Me pusieron papeletas. Gracias, les dije a los polis. Y luego seguí mi camino hacia el centro comercial. Y, ya en la puerta, vi un hermoso trasero entrado en la tienda comercial. Busqué un estacionamiento y entré. Bajé toda la mercadería, les di el recibo de cobranza y busqué ese hermoso trasero. Lo encontré. Era hermoso y grande y lleno de carne rosada. Lo supe porque me le acerqué y le peñisqué el poto. La mujer saltó como un gato. Luego me dio un puñete en la cara, me aplastó los testículos y me gritó a todo pulmón de que era un degenerado. Al rato vino la poli. Me pusieron entre la puerta y me golpearon duro, dejándome como un trapo mojado en el suelo. Fue terrible, pero, lo hice. Y valió la pena. Era un trasero extraordinario, rozadito y durito. A duras penas me paré y fui a cobrar mis recibos y ¿saben con quién me encontré en la puerta del centro comercial? Con dios, diciéndome que había hecho muy bien. Me sentí muy bien, lo extraño fue que dios empezó a metamorfosearse ante mis ojos, y lo extraño era que nadie se daba cuenta de su presencia. Le vi alejarse estornudando si parar, y por cada estornudo le brotaba puntitos plateados que salían volando hasta perderse en el cielo. Que bonito, me dije. Me paré y fui a cobrar mis recibos. Y aquí estoy, escribiendo para olvidarme de las deudas que tengo que pagar, pero que de todas formas pagaré apenas me paguen en el centro comercial... Espero que cuando salga me encuentre con dios para que me dé mas consejos, me gustan sus consejos porque los olvido apenas dios desaparece. Me agrada verle y saber que siempre viene para recordarme lo importante que es existir siendo singular, cometiendo todos los errores posibles para saber lo que soy, algo especial en un mundo especial, con un dios especial dentro de un centro comercial especial. Todo, todo, todo es muy especial, ustedes que leen esto, también ¿por qué no?...
Lima, julio de 2006
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