Soy un pequeño discípulo y un gran maestro. Maestro de abúlicos peces de tierra, de hombres muertos caminando al trabajo o al “deber”. Soy discípulo de las sombras de todos y de la mía propia.
Soy el hombre de las 5 de la noche, el hombre de calles mojadas y el hombre al fin y al cabo, el hombre como polvo, el hombre como hombre.
Soy el tipo que frasea y hace pensar sin plantear problema alguno, el que escribiendo te hace llorar sin atacar con mis dientes ni herir con mi pluma, soy el vago que hace reír, solo con palabras, sin cosquillas ni dinero.
Soy el hombre que vive en el suelo, abrazado de las sombras, el querido maestro de noches bohemias, el hombre que cae 2 por 3 veces, pero que jamás necesita de una mano ajena para encontrar el rumbo nuevamente.
Soy el velero con el viento en las velas, la basura que desecha la ciudad y que se recoge por si misma, la basura que, por acto y voluntad, se convierte en el alimento espiritual de los peces de tierra, soy el hobbie de los fracasados del alma que se conforman con mi fraseo y puño simplemente porque no tienen el valor de dejar la cómoda silla de cuero ni de botar por la ventana el seguro de su automóvil.
Soy quien se atreve a fumar un cigarro en época de exámenes, soy el que se atreve a escribir desde el corazón a unas horas del término, en la época de gentes lloronas de trabajos y de pruebas.
Soy el maestro de los vagos y el discípulo de las sombras, soy el vago ingeniero, mas nunca él ingeniero vago.
Soy el pez de mar que jamás ha mordido el anzuelo, soy el tipo que vive y vivirá del cigarro y el café, mas nunca del cartón ni del aplauso de doctores.
El hombre que soy, es el que elegí ser, el ciruja profesional que hace lo no se debería, pero que se debe.
Soy quien da razón de vida a las sombras de esas sombras que ustedes llaman vida.
Hombres, pobres hombres, sombras de sus sombras, de sus billeteras, de sus automóviles, de sus doctorados, de sus casas y de esas arpías que llaman esposas, de sus certezas y de su abulia, pobres hombres...
Yo soy el hombre que nada espera, pero que todo lo tiene, soy el hombre sin ambiciones, soy el vago de los cigarros que camina por las calles vacías, el hombre de la copa infinita, el vago de la cabeza, mas nunca el vago del corazón.
Yo soy el hombre, el hombre sin remos, el hombre con vela, el hombre que no necesita de una cabeza ni de un magíster para hacer pensar, reír y llorar.
Soy el pequeño discípulo de esas sombras a las que ustedes con desdén llaman artistas, soy el bufón, el juglar de las vidas vacías.
Yo soy el hombre de las sombras, pues es ese, el hombre que quise ser yo…
Dedicado a la media Verónica |