Misión final

Sabía muy bien que si lo atrapaban todo terminaría. Por eso se mantenía escondido, casi sin moverse, ni respirar, entre la hojarasca acumulada, que en esos días de otoño, habían caído de los árboles del bosque. Agazapado y desde esa posición podía controlar la ubicación de todas las personas que estaban en su búsqueda. Tenia que esperar el momento más oportuno para poder actuar y llevar a cabo “la misión” que le habían encomendado.

Abajo, en el pequeño valle, la algarabía que se estaba formando debido a su búsqueda hacia que ese hormigueo que sentía en el estómago también fuese en aumento. Podía distinguir a todos sus compañeros apelotonados en aquel rincón después de que los hubieran atrapado uno por uno. Tenia que tener mucha cautela y no dejarse atrapar y poder ir a salvarlos tan pronto tuviera ocasión.

Hubo un momento en que la respiración se le cortó cuando uno de sus captores estuvo tan cerca de su cara que incluso le pudo leer la marca de las botas que llevaba puestas. Decidió entonces que tan pronto pudiera cambiaria de posición y treparía a un árbol en donde pudiera tener mejor visión de la situación. Echo una ojeada a los árboles cercanos y no encontró ninguno que le pudiera interesar. Entonces cambio de nuevo de decisión y prefirió quedarse en el mismo sitio en que se encontraba. Pensó que seria difícil que vinieran a buscar al mismo sitio dos veces.

Pasado un poco de tiempo se aventuró a sacar la cabeza de entre la hojarasca y echar una ojeada a su alrededor. Pudo observar el camino despejado entre él y el rincón en donde estaban sus amigos. Volvió a remirar a su alrededor, por si hubiera cambiado algo en aquellos dos minutos y así poder tener más porcentaje de éxito. Se levantó muy cautelosamente y medio a gatas y medio arrastrándose llegó hasta el lindero del bosque. Allí volvió a mirar a su alrededor, estaba preocupado por el final que pudiera tener su misión. Quería que todo acabara bien sin el contratiempo del fracaso.

Vio que uno de sus presuntos captores estaba lo suficientemente lejos para poder atraparlo. Se irguió de un salto y se puso a correr ladera abajo hacia el valle. La distancia entre él y sus amigos se iba reduciendo y los latidos de su corazón iban en aumento a cada paso que se acercaba a la victoria. Volteo la mirada y se dio cuenta de que había sido descubierto y no era uno sino que pudo a contar a tres, no, no a cuatro captores que iban en dirección de él, dando voces y gritos a los demás captores, para evitar su cometido. Mentalmente echo cálculos y vio que era difícil por no decir imposible de que fuera atrapado. Iba tan pendiente de que no lo atraparan que no vio la rama de árbol que se le atravesara en el camino, tropezó con ella y se cayó de bruces al suelo. Pero con la misma agilidad que los tenia acostumbrados a todos, dio una vuelta sobre si mismo, se volvió a poner de pie y siguió corriendo.

Cuando llegó a junto de sus amigos y compañeros todo eran gritos y victoreos por la victoria conseguida por el último integrante del grupo. Solo le faltaba decir las palabras que daban al traste con el perfecto, hasta ahora, trabajo en equipo, del equipo contrario. Esas palabras no eran otras y las dijo con toda la fuerza de sus pulmones, “Por mí y por todos mis compañeros”