Tino es un gato francés. ¿Pero acaso los animales tienen cierta noción de la nacionalidad? Tal vez nunca despeje esa duda de mi mente. Un gato nacido en Francia es francés, ¿no? Entonces si ese gato es llevado a vivir a otro país, digamos, Irlanda, ese gato seguiría siendo francés, ¿sí? ¿Acaso su maullido sería solamente un sonido y no habría rastros de francés o inglés? Cualquier persona sin titubear y pensarlo dos veces diría que "Es algo inobjetable" pero, ¿Acaso realmente escuchamos detenidamente y ponemos atención a estas cosas? No. Estamos tan inmersos y perdidos con los problemas de nuestra especie que no nos importa si una paloma de Amsterdam voló hacia Londres y murió sola sin entender la lengua local. Tino, un gato francés, duerme a un costado de su madre con un ojo abierto, porque sólo los gatos pueden hacerlo, creo. Están dormidos, viéndote y soñando con campos llenos de bolas de estambre al mismo tiempo. En este sueño en especial, Tino esta agazapado cerca de una reja que da hacia un gallinero que como buen cazador las observa sigilosamente pero el prefiere a los pollitos. Todos los pollitos junto con las gallinas se hallan dentro de su casa. No hay movimiento o sonido alguno pero Tino sigue esperando ahí, viendo la puerta y dentro del gallinero todo es sombras. Desea que uno de los pollitos salga. Mientras, dentro del gallinero, un pollito francés piensa en salir pero como no escucha el sonido del granjero sirviendo la comida, sacude mejor su cabeza y vuelve a dormir. En el piso, Tino, soñando y observándome a la vez, extiende una de sus patas hacia mí. Se retrae lentamente, tan lento que no creo vuelvan a donde estaban. En la tele hay un film de Mel Brooks, creo eso me entretendrá mientras la niebla devora parte del paisaje. |