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Siempre fui una adolescente común y corriente, mi infancia fue tranquila e igual a la de todos en mi escuela. Estudiaba para el colegio, y cumplía en mi casa. Podía considerarme dentro de los normales. Mis hobbys eran leer revistas de mi edad, tener lo último en la moda y estar siempre entre las chicas más deseadas del barrio. Nada me importaba mas que lo mío, y nunca iba a cruzarse por mi mente pensar en los demás. Mis pensamientos no se alejaban mucho de lo que un típico adolescente puede decir y nada me motivaba a superarme para ser una mejor persona.
Era una persona egoísta, no muy profunda y sin muchas expectativas de recuperación mental.
Pero todo cambió, creo que de un día para el otro todo se dio vuelta.
Tengo la fecha grabada en mi mente, esta tatuada en mi corazón. Arrasó con mi pasado sin futuro y barrió esa vereda llena de hojas molestas que no permitían el paso.
Fue un 23 de Mayo, cuando yo estaba volviendo del colegio, otro día más rutinario, otra tarde mas perdida con mis absurdas preocupaciones. Volvía pensando en mis asuntos sin sentido. Envuelta en colores de invierno, ojos cristalizados por una hermosa tarde, una vaga sonrisa en mi cara de “satisfacción personal”.
Haciendo zig-zag por la placita enfrente de mi casa, por donde cada tarde volvía sin apuro alguno, consumida en mi mundo, escribiendo, volando, andando. Recuerdo que llevaba mi amada bufanda negra, a la que ahora no puedo sacar el aroma y el recuerdo del amor en persona. Si, la tenia abrazando mi cuello, protegiéndolo del frío que había llegado de golpe. Estaba muy preocupada en que quería llegar a mi casa pero ese día, ese 23 de Mayo fue cuando todo me cambió.
Casi llegando a mi casa lo vi sentado abajo de un árbol, leyendo un libro de poesías. No se quien es, ni como se llama, ni de donde es, pero no pude evitar quedarme mirándolo. Pude sentir al pasar lo que leía, era como si su piel aterciopelada gritara a viva voz cada palabra que entraba por sus pupilas concentradas. Se le notaba en las expresiones de la cara, iluminado de palabras hermosas, radiante. Se notaba, porque parecía recitarlas en voz baja, para si mismo, como si tratara de recordarlas, grabarlas en su memoria. Lo ví esperando algo, pero todavía no se que. Todas las tardes lo veía sentado leyendo tranquilo y con una sonrisa.
Incluso los días donde la helada hacia imposible cualquier intento de salir a la calle, yo lo observaba desde mi ventana, escondida entre las largas cortinas y él, sentado ahí, permanecía paciente, en busca de algo.
Nunca entendí por qué lo hacia, pero me mantenía expectante para ver si alguna vez algo cambiaba.
Siempre impecable, con sus sweater de lana y Jean arreglado. Con la mirada penetrante en cada palabra de su libro, observando muy atentamente a los alrededores, como si buscara a alguien. Muy bonito, atrapante.
Así pasé todas mis tardes de invierno, observándolo, cultivando intriga e interés en aquel chico del libro color ocre. Fueron exactamente dos meses en donde lo único que hacia al volver del colegio, durante una hora que era la que el permanecía ahí era intentar entender, o atraparlo haciendo otra cosa.
Creo que fue para mediados de Agosto, cuando volvía caminando del colegio, y decidí atravesar el parque para pasar por su lado, él ya no estaba. Sentí algo extraño, como si mi juego misterioso se hubiera terminado. Me arrancaron de un solo golpe esa historia ficticia que me hacía al verlo leer cada tarde.
Por 16 días no apareció, los conté cada uno. Todas las tardes me asomaba por mi ventanal con la esperanza de verlo ahí sentado pero nada, nada pasó por 16 días. Yo ya creía que no iba a volver, que se había cansado de esperar, o que su libro se había acabado y no había motivos de estar sentado ahí.
Mis tardes se empezaron a poner aburridas, les faltaba ese sabor acaramelado que él me regalaba con solo estar ahí sentado. Inmóvil.
Hasta llegué a pensar que se había ido, y que nunca tuve la iniciativa suficiente, para cruzar la calle, pararme enfrente suyo y preguntarle que hace cada tarde de nuestras vidas ahí. Ya no disfrutaba volver caminando a mi casa, no disfrutaba sentarme junto a mi gran ventanal, no me agradaba ver esa plaza vacía, sin vida, sin su presencia.
Empecé a preguntarme por qué me llamaba tanto la atención esa persona misteriosa, y por qué no podía sacármelo de la cabeza en ningún instante del día.
En mi casa ya se estaban preocupando, me sentían distante, en otro mundo, pensativa y todos los adjetivos que los padres implementan en casos de este tipo.
Me sentaba bajo ese árbol, y me quedaba mirando al cielo, preguntándome donde andará aquel chico del libro color ocre. Pensaba y me quedaba dormitando sobre el árbol que él ocupó durante dos meses.
Todos los días a las 3:35, y por 16 días me asome esperanzada de que volviera.
Y si, un día, cuando ya me estaba convenciendo de que no iba a volver ojeo a su árbol y lo veo recostado leyendo otro libro, mucho mas largo que el anterior. Eso me daba la pauta que tardaría más en terminarlo, y que por eso, lo iba a ver por más tiempo. Pensé en acercarme, pero la timidez me ganó y entre a mi casa sin siquiera amagar con mirar.
Pero, esta vez fue distinta al resto. Por primera vez, me di cuenta que el me notó. Apartó su vista de la lectura, y se detuvo a observarme mientras pasaba a dos metros suyo, nerviosa y torpe. Sentí un escalofrío que dominó todo mi cuerpo.
Sus ojos me enamoraron, verde y miel. Me penetraron hasta lo más profundo, dejándome completamente desnuda, mostrando lo que realmente soy, sin más máscaras.
Me hizo sentir diferente, y demasiado atraía por su misterio.
Entré corriendo a mi casa, no quise mirar por la ventana, solo encerrarme en mi habitación a naufragar en mis pensamientos, tratar de unir ideas y comprender que era lo que me estaba pasando. Me sentía extraña, y ridícula. Por primera vez, la mirada de una presa me había golpeado tanto, me había causado tanta reacción.
Al día siguiente el estuvo ahí, y así los días próximos.
Hasta que un día, me cansé de verlo desde la ventana de mi casa, envuelta en cortina me acerqué a hablarle.




(continuara)

Texto agregado el 25-07-2006, y leído por 126 visitantes. (0 votos)


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