“... un puñado de tierra nos separó, los muros
transparentes
que no cruzamos, para que la vida
después, pusiera todos
los mares y la tierra entre nosotros...”
De mi podrán decir, que arribaba a las ciudades buscando las casas de los pobres
Antros, putas, criminales, esto es el paraíso.
Juan del Barrio en el imperio, caminaba sin cesar, y yo sigo escribiendo de los comerciales, de los carteles en la calle; perritos falderos, fuguitas, aquí todos son vagabundos, aquí todos son pordioseros, ladrones o escapistas: que digo paraíso.
Vocecitas carrasposas que se tiran extranjeritos desviados, sueños de hurones que aplauden, muñequitas que corren desesperadas apuñando felices, las monedas del pago.
Vacaciones de poesía, estrechando manos expertas, sexys movimientos repentinos; rimas; deletreos, no es posible que alguien pueda vivir de ésto, yo no soy extranjero, yo no soy extranjero.
Es difícil decir que todo era ella, después de un año, todas las chiquillas son iguales, tigras o fierecillas que aman por el mismo insignificante precio, es difícil creer que alguien pueda vivir de ello.
Escribir sobre las victimas funde los focos de la cocina; en la casa de mi novia son populares las oscuridades imprevistas, después de todo ella piensa que son sobre-cargas eléctricas que no guardan relación con las malas compañías.
De aquellos días les puedo confesar pasajes que no recuerdo bien, les puedo mentir que escribía, yo no soy el poeta de oscuras palomillas, nocturnas aves negras de rapiña, yo no soy.
No voy hacer nada hasta que busque a ésta chica, un buen samaritano llamaría a la policía; hay alguien en ésta habitación que me asusta, me aburre, me excita, me promete buena suerte; pienso que se parece ella pero no la puedo ver.
A veces me habla, toca a mi puerta; al que roba le llaman ladrón, pillín, me sopla al oído, debe ser la sobredosís, conversador de barrios mudos, un débil de la tentación, hoy quiero salir al paso de quienes se interponen entre sus fragilidades y las mías, entre sus cumbres y mis fondos.
Buscando donde encontrar un infierno en su paraíso, paseos por el cine, retomar lo que no había perdido, todas las ciudades son Mártel ahí donde viven los léperos, las putitas, los ladinos; de ella podrán decir, que siempre tocaba una puerta que se abre, donde empieza un precipicio.
De ella podrán decir, que amaba los imanes de suerte mala, patanes, boquiflojos, tatuajes en los genitales, drogas, alcoholes e ídolos, todo lo francamente chingativo, lo que te hace reír sin felicidad, tachas y morfina cabalgando caballos de música para estar triste.
Todo un día sobre un nuevo en la ciudad y el barrio de corolina, vives viviendo en un problema, el peor de todos, emprender poemas sobre el infierno, que luego no puedes corregir.
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