Te doy mis ojos, para que tu pasado sea pasado y no vida, te doy mis ojos, para que te veas como yo te veo y no en el reflejo opaco de tu espejo y de la gente, te doy mis ojos, para que veas solo lo que quieras ver, te los doy, y a los que quieras, te los doy a ti y a tu gente.
Mis ojos no son brillantes, no son esos dos mares que alguien viera alguna vez, no son perfectos, y aunque el paso de los años, el humo y el rigor de esta vida los han puesto opacos, sucios y tristes, aun así te doy mis ojos, para que tú y los tuyos vean, para que en tu cara brillen como antes brillaron en la mía. Antes y ahora, te los doy para nunca más ver, cada cual y ambos, lo “insustituible”, sino su ausencia, te los doy, para que nunca más necesites utilizar esa palabra, con mis ojos podrás usar solo nombres.
A ella, a ella también quiero darle mis ojos, a ella, dale mis ojos...
Yo a cambio de esto, solo quiero un café y el cigarro en compañía, tus historias de pasado y presente, historias de nombres sin palabras. Háblame también, háblame de ese ciego que está junto a ti, cuéntame si haz pulido ya sus sucios ojos, cuéntame si ahora puedes ver, como lo hizo ese ciego alguna vez, y si así es, cuéntame, cuéntame que era lo que el veía, porque ese ciego ya lo ha olvidado, y el quiere oírlo de tu boca…
Dedicado a Betzabé. |