De pico chato y cogote, bastante emplumado y largo sin orejas y sin embargo, no lo sorprenden al trote. De ojos mansos y grandotes pero de patas peladas, que con tres dedos formadas pisa el ñandú y no ignoro, que entre su plumaje moro luce blancas y plateadas. Sólo el macho tiene plumas, bien renegrido en el pecho; y en los bajos y repecho, picando verde se suma. Es codiciado por el puma, por el hombre y por el zorro, por eso entre los matorros, es muy difícil que duerma. Sólo con la carne enferma le pide al monte socorro. No es ni manso ni es matrero, más si lo apuran de pronto mueve haciéndose el tonto; pero cuidado que es ligero. En la lucha es gambetero y aunque el indio lo ha boleado, a muchos galgos ha dejado, si defenderse le toca; con las plumas en la boca, sediento y acalambrado. Anda solo o en cuadrilla depende de la temporada y encontrarle la nidada es casi una maravilla. Los huevos para las tortillas son lindos y sin recovecos y pensando que no peco, que un saber todo repito: frescos están amarillitos, si están blancos están cluecos. Que lujo cuando del nido el macho como con celo, posando el pico en el suelo larga al viento su bramido. Bramar que se hace zumbido poblando las extensiones y andan las conversaciones, según entre gente criolla: que siendo el macho el que empolla, también cría los pichones. Ñandú moro que picando, ayer en mi pago hallaba; cuando todavía ni pensaba que se irían terminando. Hoy que lo andan tiroteando ni bien pueden divisarlo, pues debo de confesarlo yo también supe correrlo; pero eso sí para comerlo: no matarlo por matarlo.
S. H.
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Mil perdones a la gente que opinó. No expresé claramente que ese escrito pertenece a Saul Huenchul, gran poeta de la patagonia Argentina. No es mio, yo no llego ni serca de él. Mis disculpas a Luccas y Semantica
Gracias. |