Tenia miedo de entrar a mi casa, me había portado muy mal durante toda mi vida. Mi madre y mi padre me esperaban adentro. Ya antes de entrar, lloraba de dolor... Vi a través de la ventana los rostros de cera de mis padres, lívidos, fantasmales, esperándome. Toqué la puerta y esta se abrió sola. Entré a la casa y les vi frente a mí. Lloré, ellos lloraron. Grité, ellos gritaron. Callé y ellos callaron. Me aburrí de que hicieran lo mismo que yo, y me fui de la casa ante los gemidos de mi madre y mi padre que con las manos extendidas no cesaban de seguirme, pero no podían ni podrán, yo corría mas, tenía piernas fuertes, ellos no, ellos estaban muertos, eran tan solo sombras, sombras corriendo tras de mí, sin darse cuenta de nada...
San isidro, julio de 2006
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