EL Descorazonado
—Eres una puta —susurró el joven.
Entonces ella abrió los ojos, y dejó salir el pene que estaba en su boca y que sus delgados labios apretaban sensualmente.
—No me digas así...
—Cállate, perra —le dijo Scott a esa escolar de chompa roja que estaba en tercero de media, y que ahora estaba en su cuarto, sobre su cama, y con un poco de liquido seminal escapándose por la comisura de sus delgados labios.
—Mejor me voy...
—Te vas a quedar, golfa!
—por que me tratas así, tu no eres así... —dijo la jovencita al borde de las lagrimas.
—Si a ti te gusta que te traten así, perra.
Luego ella soltó el pene que asía en sus manos, intentó levantarse pero el joven le rodeó con los brazos, no la dejó levantarse y aplicando un poco de fuerza, la retuvo en la cama.
—No soporto que te hayas amarrado con el Paolo... —mintió el joven
—Pero eso no significo nada... lo sabes.
—igual, a veces lo recuerdo —volvió a mentir el joven.
Entonces dejó deslizar una de sus pálidas manos debajo del calzón blanco de la escolar, y abriéndose camino entre los labios vaginales, comenzó a frotar el clítoris de ella a manera desesperada y suave a la vez. La jovencita se puso tensa y tiró la cabeza para atrás, cerró los ojos y se mordió los labios, estaba feliz.
((eres una puta)) pensó el.
Después de un instante Scott sintió como una especie de cascada que arremetía dentro de ella, y con un largo gemido, la gentil muchacha dejó escapar una copiosa muestra de su placer.
—Te mojaste —dijo sonriendo— tu si que eres una puta...
ella sonrió.
—no sé por qué soy así contigo...
Y antes de que ella prosiguiera, Scott le quitó el calzón y vio como este se deslizaba suavemente por las torneadas y blancas piernas de la jovencita. De repente, levantó la falda escocesa, y vio una hendidura rosada y aun sin muestra de vellosidades. Acercó su rostro hacia el sexo adolescente, y este emanaba un olor a durazno. Entonces Scott comenzó a lamer los labios vaginales y con su lengua recorrió hasta el último tramo de carne, además que succionaba de cuando en cuando el abultado clítoris de la muchacha.
La jovencita se mordió una mano y se contorsionaba violentamente hacia atrás, y por instantes dejaba escapar gemidos ahogados y pequeños grititos, así hasta que se vino por segunda vez.
Scott dirigió su pene hasta las puertas del vientre de la jovencita, y ella abrió las piernas todo lo que pudo para recibir aquella masa de caliente carne. Cuando Scott comenzó a bombear dentro de ella, le decía.
—Dime que eres una puta.
—Soy una puta!
—Cuantos años tienes.
—C-catorce...
—Dime que eres una puta de catorce años.
—Soy una puta de catorce años!
Luego ella abrió los ojos.
—Ah! dale! húndemelo todo, hijo de puta! más fuerte!
—Eres una niña... —susurró él.
—SI! soy una niña! y me gusta que me la metan toda! ah, ah, ah... más duro!
Scott se vino, hundió su pene hasta la raíz y le inundo las entrañas con un liquido espeso y caliente. Ella le atenazó con las piernas.
Entonces Scott escucho como rasguñaban las puertas de la entrada, se levanto y abrió la puerta, sabia bien que era harrigan, su perro.
harrigan entró al cuarto y comenzó a olfatear una silla de madera de roble barnizado estilo Luis XV
Scott pensó algo que le inundo de excitación.
—Lo harías con un perro?
—Aj, qué asco, estas loco...
—Haz visto de que tamaño la tiene?
El joven tomo a su perro del cuello y le dio la orden de subir a la cama. La jovencita no se inmutó. De pronto Scott le dio la vuelta al perro y acarició su vientre. Esta era la única forma de amansar al animal, lo había descubierto hacia años cuando harrigan era un cachorro, solo acariciándole peludo el vientre podía estarse quieto. La muchacha miró al perro y no sintió nada de temor, ya que casi siempre lo acariciaba cuando lo encontraba merodeando en el edificio.
Scott comenzó a masturbar al perro delante de ella, entonces vio como una abultada vara de carne iba emergiendo desde el animal. La jovencita tomaba todo aquello y la situación como una broma. Se reía y se cubría los ojos como avergonzada, pero dentro de ella había un calor desconocido que no se atrevía a poner en evidencia.
De pronto Scott le desabotono la blusa y acarició sus pequeños senos, y volviendo a acercar su rostro entre las piernas de ella, comenzó a lamer su húmedo sexo. Esta vez ya no sintió un olor a durazno.
Ella respiraba hondamente y miraba el emergente miembro del perro, lleno de venas azules y moradas, a la vez que sentía la lengua de Scott haciendo una fiesta con su secreto agujero color rosa. La muchacha sintió un miedo indecible al sentir que no podía quitarle la mirada a aquel pene inhumano. ((es un perro)), se dijo para sus adentros, y cerró los ojos, luego los abrió y miro al techo, no pudo contenerse más y volvió a mirar el pene del perro.
—Aunque sea tócalo —dijo Scott— ya sabes que conmigo puedes hacer todo lo que quieras. Todo.
—Me da cosa...
—Tócalo, corresela.
la muchacha cogiò el pene del animal con su pequeña y delgada manito, y comenzó a dar movimientos suaves para arriba y para abajo. De repente se dio cuenta que el pene emanaba un liquido transparente que lo envolvía todo en un tacto viscoso, además que a cada instante se endurecía más y más, entonces ella asolapadamente acercó un poco más al perro, y se dio cuenta de que estando mas cerca, el pene ahora yacía a pocos centímetros de su boca.
—chupasela —dijo Scott.
—...
—Nadie se va a enterar nunca.
la jovencita sintiéndose mas puta que nunca, abrió la boca lo mas que pudo y recibió ese interminable mazo de carne en sus delgados labios. Sintió como el pene se hacia más y más duro dentro de su boca. Comenzó a chupar de manera desesperada y rápidamente, y con su puntiaguda lengua daba giros y lengüetazos en la cabeza del gran arma morada. Scott no pudo mas, entonces le dio la vuelta a la putita, el perro intentó moverse de la cama y la muchacha le acarició el vientre para que se esté quieto. Ella estaba a espaldas del joven y quedó en una posición donde dejaba expuestas sus dos formadas y tersas nalgas. Scott dejó caer un poco de saliva sobre su pene y lo llevó hasta el ano de la jovencita que estaba poseída por el placer de tener en su boca el pene mas grande que había visto nunca. Entonces Scott empujó. La muchacha abrió los ojos y lanzó un grito de dolor. Dejó el pene que tenia en la boca.
—No, no, por ahí me duele no seas loco!
—...
—Au, despacio! mierda, ah, sacalo, au AAAH!
Y de otra envestida más, el pene de Scott quedó enterrado dentro del delgado cuerpo de ella, las paredes del recto de la jovencita ejercían una deliciosa presión sobre el.
La muchacha comenzó a dar gritos de dolor cada vez que el daba inicio a los movimientos. Ella intentaba safarze, le arañaba los brazos, pero él la sujetaba fuertemente y la tenía empalada por atrás. Y así pasaron unos quince minutos de lucha, hasta que ella dejó de quejarse y el volvió a dar movimientos cada vez mas acelerados, en ese pequeño orificio que estaba siendo desflorado por cuarta vez.
La escolar se olvido por completo del perro y parecía concentrada en su propio dolor. Mordía la almohada. Pedía auxilio. Decía que era una niña y que la deje. Pero él estaba enloquecido y continuó metiéndosela salvajemente hasta que todo hubo terminado.
La muchacha quedó tumbada boca abajo sobre la cama, mordiendo la almohada. El joven cayó derrotado hacia atrás. Entonces se fijó en el trasero de ella, y entre las dos torneadas nalgas; vio como lentamente se iba deslizando un viscoso liquido blanco, desde sus pronunciados muslos, hasta el blanco níveo de las sabanas de la cama. Después de un instante la muchacha se vistió, cogió su mochila y los dibujos que él le había hecho. No dijo nada. Scott se fue a sentar hacia la ventana, y mirando hacia la calle, le dijo.
—Escúchame bien: los hombres, los hombres somos unas basuras... si fueras una buena chica y dejaras de ser una puta, estas cosas no te volverían a pasar jamás.
—Yo te quería, Scott...
—Ah, si? —dijo él, sin dejar de mirar a la ventana.
—Vete a la mierda! —grito la jovencita y se dio la vuelta, estaba furiosa, herida, lastimada, pero se contenía para no demostrarlo. Quiso acariciar al perro antes de irse, como siempre lo hacia. Pero recordó lo que había hecho con él. Y una especie de vergüenza le llenaba el alma con cada latido. De pronto se puso a llorar calladamente mientras bajaba rápidamente por las escaleras del viejo edificio, sabiendo que nunca mas volvería, y que ese chico que parecía ser tan bueno y agradable y melancólicamente solo, no era mas que un solitario enfermo.
Scott se quedó sentado en el marco de la gran ventana, y observó el inocente andar de la colegiala por la calle, trató de memorizar cada detalle de ella; su pelo negro, su listón rojo, su piel blanca, sus zapatitos viejos, sus medias rojas y subidas hasta el inicio de las rodillas. Y también esas pequeñas manitos con las que ella iba limpiándose las lagrimas de su fina cara.
Él observó fijamente cada uno de sus detalles, atentamente, como si ya la estuviera recordando. así hasta que ella dobló la esquina para nunca mas volver.
El joven continuó sentado en el marco de la ventana por cinco horas mas.
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