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Le preparó el bolso y se lo acercó hasta el auto. En esta oportunidad, Sara le agregó unos libros para sus hijos. Carmelo, controló el agua, el aceite y eligió tres cassettes para oír en el viaje. “El Polaco” con Troilo, Beron con Calo y un tal Carlos Gardel.
-¡Que placer!-pensó- Oyendo a estos monstruos recorrería el mundo-.
Era un verdadero deleite para Carmelo el viaje de los jueves. En el se combinaban todas sus preferencias. Conducir su jactancioso automóvil, oír sus tangos y visitar a sus hijos.
-Es mejor que salgas temprano, así llegas antes que oscurezca. Y por favor maneja con cuidado, que esta lloviznando. Llámame al llegar- Le sugirió Sara.
-Si mi amor, quédate tranquila. No sabes como me jode mojar el auto-
Se despidieron en la cochera mientras él calentaba el motor del Valiant. La abrazo, la beso y le pidió que en el próximo viaje, haga un esfuerzo, y lo acompañe.
-Bueno, si no me duele tanto la espalda, te acompaño. ¡Tengo tantas ganas de ver a los chicos!-

Me acobardó la soledad
y el miedo enorme
de morir lejos de ti...
¡Qué ganas de llorar
sintiendo junto a mi
la burla de la realidad!

Decía Goyeneche ni bien Carmelo subió a la ruta.
Se tentó y lo empezó a acompañar. Pero era un absurdo, “El Polaco” lo sorprendía en cada fraseo, en cada palabra. Optó por el más absoluto silencio para disfrutar del resto de las grabaciones. Luego, mientras decidía qué continuaría oyendo, noto que el transito comenzó a ser muy lento y la lluvia mucho mas copiosa. Fueron varios minutos hasta que alcanzo a distinguir las luces azules intermitentes del patrullero detenido junto a un accidente. Los vehículos pasaban de a uno muy espaciosamente. Un policía detuvo al Valiant. Lo saludo a Carmelo, que apenas bajó la ventanilla evitando que entre agua, porque justo en ese momento era un diluvio. Le preguntó hacia donde se dirigía, para luego pedirle si podría llevar a un pasajero del micro accidentado. Carmelo acepto inmediatamente, pero al verlo pensó “Justo a este oso y chorreando agua”.
Tomo un nylon que tenía debajo de su asiento y protegió el tapizado del otro.
El inesperado acompañante estaba totalmente empapado. De unos cincuenta años, muy alto, con unos kilos de más, saco, corbata y maletín. Al sentarse y luego de golpearse torpemente la cabeza con el marco de la puerta, se mostró inmediatamente agradecido y sorprendido por el auto.
-Gracias. El ómnibus se quedo sin frenos y terminamos contra un terraplén. Pero solo se golpeó el acompañante del chofer y muy poco. Este Valiant esta impecable. ¡Lo felicito! ¿Qué modelo es? ¿uno o dos?-
-Es uno, 1960 y lo tengo de primera mano-
-Claro, no lo pude ver bien por la lluvia. Pero esta impecable- Acoto “El Oso”.
-Si, es mucho esfuerzo. Pero lo mantengo totalmente original desde que lo compre-
-Bueno tan original no, estos venían con radio, no con pasacassettes-
-Si, si es verdad- Respondió Carmelo algo sorprendido por el detalle de la observación mientras elevaba el volumen intentando señalar que prefería la música a la conversación.

En tus ojos de cielo,
sueño un mundo mejor.
En tus ojos de cielo
que son mi desvelo,
mi pena y mi amor.
En tus ojos de cielo,
azulada canción,
tengo mi alma perdida,
pupilas dormidas
en mi corazón...

-¡Que cantor Raúl Beron!- Exclamo “El Oso” tocándolo con el codo.
-Si, esto es lo máximo-
-No, lo máximo es con Demare. Eso fue lo más refinado. Ahí apareció el mejor cantor de orquesta, que dio el tango- Dijo con convicción.
-Y si, puede ser que usted tenga razón- Contesto Carmelo comprendiendo ya, que a este tipo, iba ser difícil ganarle alguna.

-Usted ¿Qué hace? -Pregunto “El Oso”.
-Soy veterinario, ¿Y usted?-
-Bueno yo estoy aquí de vuelta en Buenos Aires después de muchos años. Y agarré un corretaje de fertilizantes. Fue lo primero que se presentó y acá estoy, viajando, recorriendo pueblos.-

Déjame mentir que volverás
que volverás con el ayer,
con el ayer de nuestro sueño.
Déjame esperarte, ¡nada más!,
ya que comprendo que esperar
es un pedazo de recuerdo,
se que este dolor, es el dolor de comprender
que no puede ser esa esperanza
que me ahoga……….

Qué te importa que te llore,
qué te importa que me mientas
si ha quedado roto mi castillo del ayer,
déjeme hacer un Dios con sus pedazos.

La interpretación de Raúl Beron era soberbia. Los dos se mantuvieron en silencio hasta que haya terminado.

-Y ¿por donde anduvo? –Pregunto Carmelo
-En España-
-Y allá ¿Qué hacia?-
-Bueno de todo un poco. Fui camarero, vendí artesanías, canté tangos e hice travesuras-
-Y ¿Dónde cantó?-
-Arranqué una noche en un boliche. Había un uruguayo tocando el fueye y me animé. Jamás había cantado con público, pero estaba medio en pedo, nostálgico y subí. El músico me preguntó que quería cantar y le pedí “Yuyo verde”. Me preguntó en qué tono y le respondí “ya le dije…verde”. El tipo se calentó y tocó cualquier cosa, pero yo seguía cantando. Un bochorno. Sin embargo al dueño del local le gustó y me ofreció cantar por unas pesetas y la comida. Acepté y lo hice durante un tiempo. Siempre con el fueye en contra. Hasta que pasó otro argentino que cantaba de verdad, lo avivó al gallego y nos echaron a la mierda. Después vino la mala y viví de picardías hasta que se enfermó mi vieja y entonces decidí volverme. Llegue justo para verla y despedirla, murió a los tres días de mi regreso. Hoy justo, hace un mes-
-Y ahora ¿esta solo?-
-Si, ¿y vos?- Le pregunto “El Oso” tocándole la mano.
No le gustó el chiste a Carmelo y la retiró con violencia.
-No se enoje. Siempre estoy tentado a decir o hacer alguna boludez-Dijo el grandote.
-Esta disculpado. Pero si me permite, prefiero oír los tangos-

Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado,
no me importa lo que has hecho, lo que haces, ni lo que harás
los favores recibido creo habértelos pagado
y si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario si queres se la cargas.

-Julio Cortazar decía que este tango era el preferido de muchos gardelianos porque es la justa medida de lo que representa Carlos Gardel-Comento “El Oso”
-Yo en España cantaba “Tomo y obligo” y “El día que me quieras” pero el uruguayo, tocaba Sentimiento Gaucho y La bordona-

-Mi mujer lo ama, cuando escucha tangos, solo escucha a Gardel - Respondió Carmelo.

-¿Además de mujer, también tiene hijos?-
-Si, ahora estoy yendo a visitarlos, tienen un restaurante en Mar del Plata. Les doy una mano los fines de semana y aprovecho para estar con ellos. A mi mujer le cuesta viajar, solo lo hace cada tanto.-
-Ella, ¿no se quedara con algún novio, no?- Pregunto “El Oso” con una mirada cómplice y otro codazo.
-Mire, no sea…..-

Carmelo no pudo completar la frase. Un camión detenido y sin luces, cuando ya caía la noche, lo obligó a realizar una brusca maniobra e irse a la banquina. El auto se fue de costado. Pero Carmelo logró dominarlo a pesar que “El Oso” se le cayó encima.
Ya nuevamente en la ruta y después de los comentarios de rigor, a Carmelo le llamó la atención lo que consideró una forma exagerada del tipo en irse sobre él.
-Este gordo no será punga y me afanó la billetera- Pensó Carmelo.
Con disimulo se tocó el bolsillo interior del abrigo y efectivamente, le faltaba la billetera.

Un destemplado silencio los acompaño unos cuantos kilómetros mientras Carmelo pensaba como resolver la situación. Inesperadamente, cuando aparecieron las primeras chacras, “El Oso” alegó que había un vivero para visitar donde podría ofrecer los fertilizantes y que debía bajarse. Carmelo tenia en la guantera una pistola que solo había usado una vez en el campo, para sacrificar un animal. Ya tenía un plan en la cabeza cuando arrimó el auto hasta la banquina. Se detuvo sobre el pasto cuando ya era de noche. Amago ayudarlo a abrir la puerta, tomó el arma y le grito:
-Dame la billetera, gordo hijo de puta-
“El Oso” le tiró un manotazo para arrebatarle el arma que se disparó accidentalmente. El tiro pegó en la consola apagando definitivamente todos los tangos. Carmelo retuvo el arma mientras “El Oso” comenzó a correr bajo el agua. No se atrevió a tirarle al cuerpo pero le disparó a los pies. La oscuridad y la lluvia no le permitieron ver si dio en el blanco, pero supuso que si al verlo al gordo rodar por el barro.
-Ahora vas a cantar “Yuyo verde” con barro y todo, gordo hijo de puta- Gritaba Carmelo.

Temblando e indignado salió lo mas rápido posible del lugar. A unos seiscientos metros y ya casi en la entrada a la ciudad había un puesto policial, dudo unos instantes pero decidió detenerse para hacer la denuncia.
Lo recibió un oficial que reconoció al Valiant “Por verlo los fines de semana en una parrilla de la Av. Constitución”
-Si, esa parrilla es de mis hijos-
-Buena gente, siempre nos invitan a comer. Pero haber, cuénteme que le anda pasando-
Ni bien Carmelo comenzó a exponer lo sucedido, el oficial hizo llamar a los hijos y mando a una patrulla a traer al gordo como sea. Que lo busquen por las chacras, que si estaba herido no habrá ido muy lejos.
Continuó con el relato bien detallado, hasta advertir que llevaba varias horas de atraso. Pidió el teléfono para tranquilizar a la mujer con el llamado prometido.
Lo hizo desde una oficina contigua donde dos tipos tomaban mate. Mientras trataba de comunicarse pudo observar a través de la ventana, la llegada de sus hijos conjuntamente con el patrullero de donde bajaban al “Oso” todo embarrado, a los golpes y empujones, esposado y rengueando. La pantorrilla izquierda parecía sangrar. En ese momento apareció la voz de Sara desde el otro lado de la línea, quien mientras conversaba, se sonreía observando una antigua fotografía de sus hijos en la billetera de Carmelo.


Daniel Aguilar Grigera

Texto agregado el 22-07-2006, y leído por 341 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
20-08-2007 ¡Qué buen final! Y sí, los hombres son distraídos. guapaymilonguera
05-05-2007 Hola, Daniel, me deleitè con la lectura del cuento con sabor arrabalero, lo escribiste con una maestrìa sin igual, felicitaciones! doctora
25-03-2007 Muy bien relatado!!, me enganché casi enseguida, lo único que como soy bastante intuitiva, imaginaba el final [sólo por ser así], sino sorprende seguro!***** MujerDiosa
17-02-2007 ¡FABULOSO! Eres un descubrimiento para mi. Me gustó tú cuento.te felicito. tequendama
15-08-2006 Notable. Un tango bien contado, bien bailado, bien sentido. Me has metido en un universo arrabalero y lo has hecho con la genialidad de la simpleza. Y encima ése final!!! Cinco fuelles soplando tangos para usted, escritor. petrodelhum
15-08-2006 BRAVO GRIGERA... UN ABRAZO ELWINDIZQUIERDO
01-08-2006 Muy bueno, el final me pareció excelente. Estupenda narración. gamalielvega
23-07-2006 Un relato que me atrapó, no podía despegar la vista de él hasta acabarlo. Me gusta lo ameno que lo has redactado, aunque me sorprendió la "inesperada" reacción ante el robo de la billetera, para luego la mujer recordarle dónde estaba....jaja (Bueno, el oso no reiría tanto, no) Un saludo.***** Claraluz
22-07-2006 estupendo, los estribillos de la canción, el final, redondo (como el oso), pero creo que fue exagerado que la esposa le diga por teléfono que se había olvidado la billetera, quizá debió quedarse callada en fin no sé. el_dormido
 
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