Ya la había visto de lejos, cuando estuviera a su alcance no podía esperar otra cosa que un impacto frontal de esos que te llevan a la locura momentánea, pero eso no influyó lo suficiente para huir, al contrario, ansiaba el encuentro, deseaba perderme en el torbellino que se acercaba.
No hubo un pensamiento para el futuro, posiblemente resultaría lastimado, pero no importaba mientras pudiera gozar por unos segundos de ella, solo tenía que esperar un par de respiros más para que todo terminara.
A mi lado no se encontraba nadie, aunque es bien conocido el alto precio a pagar por la belleza, todos escaparon por su apariencia demoledora y grandiosa. Demasiado grande comencé a pensar, entonces me asaltaron las dudas y me acobardé, ¿tendría tiempo de salir huyendo? No, entonces el impacto seria trasero y con ello perdería no solamente la belleza sino toda dignidad, he de confesar un intento infructuoso por huir, pero simplemente mis piernas no respondieron.
No tuve tiempo para intentarlo nuevamente, ya se encontraba frente a mí y la reté, ella se levantó y me abrazó, no sin que antes pudiera echarle un vistazo, todos los colores de la naturaleza estaban presentes brindando una danza que solo mis ojos podían contemplar, era el sol quien los alentaba, suponiendo el castigo merecido a los aventurados les ofrecía un breve deleite a través del cuerpo translúcido de la diva.
Entonces me envolvió, era hora de recogerme, no esperaba su compasión, no la quería. El cobro del tributo me parecía justo, varias imágenes se repitieron, un fuerte sabor a sal llenó mi boca, al tiempo que perdía el aire y el conocimiento, fue entonces cuando le pertenecí.
Cuando abrí los ojos me encontraba en la playa, casi a la orilla del mar y la ola regresaba serpenteando, despidiéndose de mí. |