Caminó hacia la cocina, con un vaso de leche, por el paquete de galletas.
Se sentó en el sillon rojo, cubierto por una tela mas descolorida, que evitaba que se ensuciase.
Habia dormido ahi esa noche.
Aquella noche como tantas otras, pero a su madre no le hacia gracia.
Simplemente, su madre no la queria ahi.
Había llorado ahi esa noche, ahi como tantas pocas, o quiza demasiadas.
Lo habia dado todo. Lo habia ofrecido todo. Lo habia ayudado en todo. Y nunca pasó nada.
No tenia nada, nada mas.
Ni siquiera habian devuelto un poco de empatía.
No le habia importado jamás.
Habia ayudado a tanta gente. Habia querido a tanta gente.
Su amigo, su hermana, hasta su propio padre.
Pero no, al final se dio cuenta que para ellos ella estaba ahi solo para hacer favores, y para echar la culpa, para escuchar.
Y nada mas.
Aquella seria la primera vez que lo dijera en alto, que llorara en alto. Que lo dijera todo.
Dios, estaba tan sola.
Llego un punto en que llego a odiarlos.
Por que sabia (si, ella siempre sabia) que el mundo era desagradecido, y realmente no lo merecían.
La hacian sentir tan mal.
Aquella fue la primera noche que lo dijo todo; y (...Dios...), estaba hablando consigo misma.
|