En la sombría tristeza de este valle, lejos de la luz de tu mañana y alejado del sol y de la estrella matutina, callado como el silencio de tu morada vacía me mantengo en el puente interminable que sobre el bosque, colgante ha quedado entre las nubes que están al lado de este río solitario.
Y me voy sintiendo poco a poco tristemente liberado, alejado de este entorno que me significaron tus piernas y que me enclaustra ahora de ausencia, que me encierra sin pared alguna tan lejos de tus brazos, lento más que un brote de flor dormida, mientras de modo casi imperceptible vengo pensando a la velocidad del rayo y el trueno, los recuerdos llueven cual granizo de verano que al caer, se destrozan en mil pedazos de invierno, cual memoria borroza y desdibujada, sombría.
Sentado, más quieto que una roca y más calmo a cada instante, dejo escapar una sola gota de dolor, que lenta derrama su agonía hasta llegar a desprenderse de mi cuerpo resbalando, mi boca que lenta la aleja de mi vista que empañada, no me permite ver más allá de esta ausencia de tu luz, esa que me dan al besarme tus labios y al mirarme tus ojos.
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