Se encienden las luces frente al paredón,
Solo rastros de cenizas de amor,
Ya cae la inmensa bola de fuego, que todo encendió,
Simplemente quedan las cenizas del amor.

Tras la videoteca, aquel chico destrozado,
Levantado aquel papel que ella había olvidado,
Al leerlo sus ojos han cambiado,
Su rostro de felicidad, demuestra que no todo ha quedado.

Ya se hace más fuerte la presencia de las sombras,
Abre la puerta, tirando aquellas sobras,
Pasando, mostradores, solo se mezclan rostros sin sentido,
Salvo en aquel, en el que se escuchan aullidos,
Claro esta, sección terror, todo esta podrido.

Llegando al rincón prohibido pronto sus ojos nuevamente decididos,
A encontrar, a encontrar, ese algo que cambie ese intento fallido.
Se para frente a los videos,
De entre ellos sale ella, con esos ojos sin muestras de rodeos,
Todo parece brillar, con la luz de verde neón, de aquellos ojos gratinados.

Ella como en época de deshielo, hace fluir su caudal,
Entre los brazos de aquel perverso chico irracional,
Se crea algo tan homogéneo entre los dos,
Que se han convertido en inquebrantables anillos.

Las hojas danzan sobre la dulce brisa bendecida por el tiempo,
Tantas medias naranjas convertidas en excremento.
Algo casual, todo es el momento.
Anillo irracional que es separado por el convento.