Me desperté por un ruido. Abrí los ojos y sólo vi las sombras de los escasos muebles de mi habitación de estudiante universitario. Me volví a quedar dormido, pero me volví a despertar. Lo que me despertó no fue un ruido, sino una presencia. Una presencia me inquieta. Lo siento. Siento su respiración cerca de mi cabeza, y luego él descaradamente se aparta y se oculta entre las sombras.
- ¿Quién anda ahí?
Desde luego, nadie respondió. Fingí hacerme el dormido y esperé a que se vuelva acercar. Lo sabía, lo sentía. Alguien estaba ahí. Merodeando. Una sombra. Alguien. De pronto, sentí que este se acercaba, en efecto. Pero... no sé. Contuve la respiración y se alejó. Entonces, mis músculos de contrajeron, esperando cualquier cosa. Estaba listo para saltar y matar a ese individuo... Y de salto encendí la luz del velador. Mis ojos se acostumbraron a la luz una fracción de segundo ahí lo vi... Sentado en mi silla y sus pies sobre mi mesa de dibujo. Me miraba fijamente... Mis ojos exploraron su extraña figura... Con una chaqueta hecha pedazos, llena de barro. Las manos con sus uñas tan largas como garras y negras. Su cabello rubio y largo, infinitamente grasiento y sucio, amarrado con una coleta. Parecía que ese tipo se había enterrado. Miré su cara pálida, ojerosa, pero a pesar de la hediondez de encierro y la inmundicia que tenía por ropas, y el infesto olor de su cuerpo, su cara estaba pulcramente limpia. Lo miré con los ojos exorbitados... me faltaba el aire e inconcientemente comencé a respirar entrecortadamente.
- Por un segundo me engañaste, Rob.- me dijo con una voz ronca.- Casi creí que estabas dormido.
¿Qué?... ¿Sabía mi nombre?... ¿Cómo sabía que me llamaban Rob? No le dije nada, pero este, me sonrió. Mostrándome toda su dentadura... Y sus caninos... Eran enormes. Sus encías negras mostraban unos dientes que eran tan blancos como lo estaba mi mente mientras lo miraba. Sacó los pies de mi escritorio y se levantó de la silla.
- ¿Qué te pasa, Rob? ¡Estás tan pálido que cualquiera diría que has visto a un fantasma!- Entonces, soltó una carcajada, golpeando su rodilla con una sonora palmada. Se pasó el dedo debajo de su nariz y fingió secarse una lágrima de risa. Yo no hacía nada más que estar ahí, mirándolo, petrificado. No podía dar crédito a mis ojos... esto simplemente estaba fuera de toda mi imaginación.
Se me acercó más. Ahora casi lo podía tocar... Y yo petrificado... y me sentí como se podría sentir un conejo cuando ve que va ser atropellado. Puso sus ojos a la misma altura que los míos y yo ni siquiera parpadeé. Sus ojos de un color indefinido, entre grises y amarillo y fieros, asesinos, irritados en parte por la luz de mi velador. Estos ojos me miraban y podían llegar a ver hasta mis más bajos pensamientos. Ese individuo me volvió a dirigir la palabra:
- Mmmm... ¿Qué te pasa, Rob? ¿Te comieron la lengua los ratones o...- soltó una sonrisa, una de esas espantosas, sádicas... que son capaces de matar...- acaso es la primera vez que vez a un vampiro?
Entonces, él se volvió a reír, pero esta vez, con una risa aguda, infernal y mi mente volvía hacia atrás... hacia mi infancia y mi corta juventud...
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