SEMANA SANTA EN HUEJUQUILLA.

El nombre de Huejuquilla procede de Huejoquillan o Huexitla, que significa saucito, siendo su toponímico Huexatl-Sauce, quililitl- verde y tlan-lugar. Pero la importancia de este dato radica en el calor del valle, es aquí donde se lleva a cabo una fiesta de “Judea” en el mes más caluroso y al mismo tiempo de Semana Santa, pero sin embargo todo el valle esta revestido de verde por la gran presa con la que cuenta la comunidad, la población esta esperando el día de la fiesta entre mesquites y una calor interminable.
Después de las fiestas navideñas, la Judea, efectuada durante la Semana Santa, es el acontecimiento más frecuentado por los huejuquillenses radicados en Estados Unidos. Pero ¿qué es la Judea? Primero cabe mencionar que Huejuquilla el Alto, escenario de este festival, se encuentra ubicado en la parte superior del mapa estatal y está prácticamente rodeado por territorio zacatecano, quedando comunicado con Jalisco hacia el sur únicamente por una estrecha franja que no llega al kilómetro.
Dadas las condiciones de su terreno rocosao y enmontado, Huejuquilla pertenece, desde antaño, a la Diócesis de Zacatecas. Ahora que Huejuquilla tiene carreteras, comunicación electrónica y una población que oscila entre los 8 y los 12 mil habitantes, dependiendo de la temporada, continúa siendo un pueblo netamente católico. Tanto es así que en un tiempo el Sr. Cura Vidal Medina se refirió a la celebración como la "fiesta satánica".
Sin embargo, aunque en un tiempo casi toda la gente evitaba la carne durante la cuaresma y observaba el ayuno y otros preceptos, la Judea se llevaba a cabo con muchos bríos, según pláticas de los viejos organizadores de la Judea. La Judea es una sucesión de episodios en los que "se mezclan lo esotérico y lo burlesco". Son actos efectuados de miércoles a viernes en la plaza y en las calles, donde los judíos, personajes pintados de cara y manos, llevan cartulinas amarradas a las cabezas y corren persiguiendo hombres civiles para que se integren a la cuadrilla. A la vez que embisten a
sus presas, soplan agudas flautas de carrizo y hacen incitadoras señas con un pañuelo rojo en tanto el jefe tintinea las cadenas y alguien más hace bramar el
largo y retorcido cuerno.
De pronto, en cualquier esquina, aparece el Cuero de Cochino (cabeza de marrano y cuernos de venado) remolineando el chicote y contoneándose, un tanto para hacer reír a las muchachas y otro tanto por el peso de la máscara trompuda que lleva sujeta a la presilla trasera. No falta quien le diga "ucha" y este, que lleva en el estómago el tequila curado, irrumpe en chicotazos y la gente corre a esconderse en la primera puerta que encuentra abierta.
Sólo le hacen frente los toreadores que premeditadamente almidonaron las chamarras de mezclilla, que remojaron los sombreros de soyate y que lijaron los palos de mezquite que usan para esquivar los chicotazos.
Los barrabases son personajes típicos del viernes. Llevan pelucas de papel maché intercalado con cercas de caballo, el cuerpo pintado de pies a cabeza y un calzón blanco amarrado con cordones. Como el Cuero de Cochino, también ingieren el mágico brebaje (que causa alucinaciones combinaciones de Tepe “licor de maíz” con peyote), mas la furia de los barrabases goza de mayor fama. Un chicotazo bien plantado tumba al buen toreador o lo lanza dando vueltas, como trompo, contra la gente. Amén si le pega a algún desprotegido cristiano. Por eso las abuelitas se refugian en la iglesia. Los barrabases amenazan, engañan, ríen para sus adentros cuando pegan. No es raro que los chicotes hinchen la piel ni que al impacto brote la sangre. Por eso uno de los organizadores
siempre esta al pendiente de reemplazar los chicotes rotos con nuevos. Otros llevan rejas con naranjas que los barrabases tiran en todas direcciones. Es común que alguien se ría cuando le pegan a algún conocido y que la cara se le torne roja cuando le pegan el naranjazo a él. También, en forma de broma, algunos hombres acostumbran pagar a los barrabases unos pesos para que den un escarmiento "al que esta allá, parado". Sucesos como estos se recuerdan todo el año, pero nadie guarda rencor a verdugos ni a pagadores. Diríase que ese día, con la excepción de quienes escuchan en la Iglesia los
sermones sobre la pasión de Cristo, todos son actores.
Al final de la Judea, el sobresaliente papel de los judíos pasa a segundo plano. Les corresponde ahora aplacar la furia de los barrabases o auxiliar a los toreadores en las emergencias. Es como si de acérrimos enemigos se convirtieran en cómplices, o de feroces lobos en mansos corderitos. A estas alturas de la fiesta no es raro ver declinar el júbilo en los rostros. No sé si se debe al cansancio, a la reconciliación que se gesta en el silencio o a que la escena termina para no repetirse.
Los valores se mantienen como el de ayuno, tomar ceniza, la comunión con el catolicismo, los inculcados generación con generación, pero los barrabases son la unión, son los héroes de chicos y grandes de algunos ancianos que al no estar en la iglesia llevan al nieto a mirar al héroe juntos y recordar su juventud, cuando era espectador, después toreador y una vez más espectador. El ritual es el que persiste el que mantiene la comunión el ritual símbolo de purificación, a través del dolor del chirrionzazo.
Los domingos de Pascua las campanas enmudecen, un luto envuelve a los feligreses de la Iglesia, el sacristán sube a la azotea y suena la matraca. La Iglesia tiene bases firmes para explicar el silencio: ha muerto su fundador. En cambio, poco se sabe de la historia de la Judea en "Los indios de México" de esta apenas se tiene relación con la Judea entre los Coras de Jesús María, comunidad localizada en la Sierra Madre, al occidente de Huejuquilla. Pero es muy diferente al ritual Huichol que es un encierro de toda la semana, donde se canta, mastica peyote y bebe el tepe.
Es probable que la Judea provenga de ahí y tal vez se remonte a tiempos de la conquista. La pregunta sigue cautivando la atención de muchos, pero no le encuentran vínculos judeo-cristianos. Se sospecha que la fiesta viene a reemplazar alguna especie de rito anterior a la propagación del cristianismo. Algo tiene que ver con sacrificio.
Lo sorprendente es que si la Judea y la "quema" fueran un simulacro bíblico, en la que los barrabases y los cueros de cochino representaran a los verdugos, ¿son los toreadores el Cristo a quien los hombres de las cartulinas auxilian (y casi besan) en las horas críticas? ¿Es la muerte que deambula por la plaza amenazando con el hacha a las mujeres una mera alucinación de los toreadores (o sea Cristo)?
Si pudiéramos establecer pruebas de que la presencia del catolicismo influyo o modificó la Judea ¿por qué la desaprobó en un tiempo la Iglesia local?
¿Por qué persiste el arraigo de la gente a la Judea aún en medio de los cambios que trae la modernidad? ¿Cuánto de lo que se celebra en este pueblo
durante la Semana Santa es históricamente sustentable? ¿Cuánto es mito, juego o mera tradición? La pregunta está en el aire. Yo soy simple observador.
Observador que me involucre y sentí, las características de esta cultura, las cuales aun hoy añoro: valores, rituales, héroes y símbolos que aun aprecio desde afuera, todos por una sola práctica la “judea”.

*Este artículo carece de citas, las cuales no es por falta de fuentes, sino por el texto mismo que una vez iniciado no me dio lugar a las mismas. Considerando que me centre en la practica misma tratando de resaltar la importancia de las mismas, así como de lo adquirido en clase a través de lecturas e interpretaciones hechas en grupo.