Canto al l’enfant terrible y al príncipe.

El niño pequeño se ha dormido,
el demonio se ha calmado,
la virgen necia lo acaricia
y se acuesta a su lado.

Están en el purgatorio
siendo cada vez más alejados
de los recuerdos de pasiones
y amores de pecado.

¡los generales los fusilarán!
la estatua del poeta se ha dañado
¡los sacristanes los vituperarán!
y las rosas de porcelana las han robado,

Periplo amoroso, fugitivo
huyendo de las obligaciones del cautivo,
dos madres y un hijo
tras sus pasos escondidos.

Bélgica y Londres, escenarios creativos
para el artes y simbolismo
de estos dos niños.

Bebida, amor, sexo y poesía
excesos, mentiras, violencia, orgías,
separaciones con arrepentimiento,
luego más peleas como un tormento.

Decía que dormía el infante terrible,
junto a él un Loyola sosegado
en la ciudad imaginada
¿ o en el infierno de la temporada?

Separación dolorosa, cruel
convención, escrupulosa, soez.
El niño quedó solo y herido…
¡su amor lo ha herido!

Y viajó y viajó, solo y adolorido
hasta reencontrarse con él, sin testigos.

Pelea sin perdón, a África se embarcó
sin antes enrolarse como soldado sin victoria
y escribirle arrepentido
que lloraba como novia.

Al no tener contestación,
olvida la poesía, el amor
que le dio tanta pasión
¿y ahora la olvidaría?...

Pobre Rimbaud… muere en la ciudad perdida