Ella le dijo que no por última vez, y luego se alejó hacia la casa. Una vez que entrara, no la volvería a ver. No quería entender el significado último de la respuesta, y se quedó inmóvil, de pie en el medio del jardín. Cuando finalmente comprendió que la perdía, la angustia reventó en su garganta. Se detuvo, sorprendida por el grito, y se volvió. Lo miró, ya con profundo desprecio, y le contestó con una carcajada, que se congeló a mitad de camino.Se acercaba en cuatro patas, mientras gemía y se babeaba. Quiso correr para entrar en la casa de una vez, pero el miedo la paralizó. Cuando llegó junto a ella, la tomó de los tobillos y le clavó una mirada suplicante. Luego, perforó la carne con sus manos ardientes, fundiendo los huesos. Ella gritó, traspasada por la rabia y el dolor. Después, todo quedó quieto en el jardín, mientras el calor los abandonaba.
La tarde cayó con reflejos dorados sobre el mármol de las nuevas estatuas. |