No quiero perderme en unos simples ojos amarillos
En su simple botella siempre cayendo
Hundidas moscas, como nubes
Siempre hilando…
No puedo ir rápido
Algunas veces callar
Para decir arrodillarse
O campanas o anteojos de calles que reemplazan la garganta;
No quiero desaparecerme entre autos
Ni hacerme dócil entre sus luces
Ni aprender a mirar mis gavetas de entre sus vidrios;
Ya hay muchas ranuras entre un día y el otro
Negruras retejidas en el ropero.

Quiero que el tercer día
Se asome por la sal de la cocina
Y regurgite en las olas de mar;
Y que un simple soplo se incendie irremediablemente
De arriba a izquierda sin espejos entre los dientes.

El respirador arrojado sobre el mueble
Con lentas murallas por entre las sillas
Por esta noche por entre la piel
Viene…
Remando, reteniendo el corazón
Por esta mesa entrelazada encima de tú sombra
Por entre las paredes bien cernidas
Vas llegando
Sin respirar
Inflando el más joven crepúsculo
Enormes latidos condensados en nuestra sangre.