Al término de agotador viaje, el avión de United aterrizó en el aeropuerto "Ministro Pistarini" de Buenos Aires, en donde abordé un taxi que me condujo hasta un sector de la ciudad caracterizado por amplios parques, por anchas avenidas y lujosa arquitectura de estilo clásico, la exclusiva zona Recoleta, según me explicó el operario del transporte.
En pocos minutos paró frente al Alvear Palace Hotel, suntuosa fachada, elegancia al extremo. En el amplio vestíbulo dotado de gruesas alfombras, de candiles de mil luces y majestuosos encortinados me registré para una habitación doble.
Así fue como llegué al lugar de nuestra cita.
Tumbado sobre confortable cama, mirando las ocho luces del candil que pende del techo, mientras en el exterior la luz natural se desvanece con lentitud, me comienzo a impacientar y el teléfono permanece en silencio.
Se trataba de una "cita a ciegas", una cita concertada vía Messenger. Primer encuentro en un chat erótico --¿Me agregas como contacto? --Te agrego.
Luego un par de conversaciones, intercambio de fotografías y --¿Qué te parece si nos encontramos físicamente? --¿Vendrías desde tan lejos? --Voy.
Y allí estaba. Había transcurrido poco más de una hora desde mi llegada al hotel y el teléfono seguía mudo. --¿Se habrá arrepentido? o peor aún ¿me habrá engañado?
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Caminando Buenos Aires, la encuentro que es tan hermosa, y a los ojos del viajero que
nos visita eso se potencia, así me lo han comentado muchos turistas que diariamente encuentro por la ciudad,
estar en contacto con las vivencias de muchas personas que ven a Buenos Aires, en su lado más atractivo, sin ésa cotidiana mirada, que aunque no queramos sentirlo, le da otro color a lo que no es ya, novedoso a nuestros ojos.
Como los amores que son habituales, a veces pierden ese fresco aroma de la primera mirada, del primer beso, del primer temblor en el cuerpo.
Espero ser una buena anfitriona.
Me dispongo para encontrarnos,
Ya estará llegando a Ezeiza? (es el nombre cotidiano que usamos para el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, ellos lo nombran así) llegará en el avión de United desde México, Cancún, en la costa mexicana del Caribe, así le gusta decir a él, al nombrar su lugar de residencia.
Nos resultó tan inquietante esta posibilidad de conocernos, casi sin querer nos descubrimos programando este viaje, que hará conocernos personalmente.
Todo está dispuesto para disfrutar de ésta “cita a ciegas”, este encuentro, donde no sabemos demasiado de la persona que compartirá una experiencia romántica.
Estoy muy ansiosa, no logro dejar de pensar en el momento de mirarnos, tocarnos, y darnos ese beso que desde hace varios días queremos darnos.
Es un hombre diferente, sin duda, no son muchos lo que hacen esta travesía, viajar tantos kilómetros para conocer a una mujer.
Me siento feliz por eso, y muy halagada por esta situación.
Se hace muy tarde, ya llega el auto que me llevará hasta el Hotel Alvear, maravilloso lugar...
Creo que mi vestido le gustará…
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El cielo porteño ya se oculta en las tinieblas y Cecilia no llama. ¿Cecilia dije? Y una duda me asalta: ¿Existe Cecilia? ¿Y si víctima de una broma hubiera sido? ¿Un travestí depravado tal vez? ¡No! No quiero pensar. Sé que Cecilia es real. Sus palabras en Messenger así me lo hicieron sentir. Gocé las caricias que tan bien describía, y hasta puedo jurar que lanzaba al aire delirantes resoplos. ¡Ella vendrá!
De la cartera extraigo la fotografía que me envió. ¡Qué tetas! Y sus piernas como troncos que se juntan en triángulo de pasión. Y la picardía de su rostro... ¡Vamos, anda, dime que vendrás!
La cama me queda grande. Una ducha es lo que necesito y de la ropa me despojo. El agua caliente que corre por mi piel me hace estremecer cuando siento que son sus manos ávidas de mi cuerpo recorrer. Mi hombría ya reacciona... ¡Pero qué me pasa! Debo serenarme, ella vendrá, sé que vendrá.
Mientras me visto, pregunto en recepción si habrá recado para mí. Nada. Qué angustia, no hay nada.
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Sólo tengo una foto suya...
eso es todo lo que conozco de él...
Bueno, en realidad también sus palabras excitantes, su modo es de una sensualidad contenida, y eso me gusta, su presencia de hombre tan varonil...
Pero será este hombre de la foto en realidad?
esa foto me atrae mucho...
José Antonio, me atrae mucho.
¡Y falta tan poco para conocernos!
¿Eso creo?
Y si en realidad sólo lo dijo como un compromiso.
Creo se veía muy interesado
en encontrarnos, si él decidió el viaje, es porque sus deseos
son como los míos.
Y realmente me siento, como una muchachita ante su primer conquista amorosa.
Esta cita será especial...
un hombre muy especial
viajar tantos kilómetros para conocerme, eso me fascina.
Mi voz dice que le atrae,
creo que mis grandes pechos también... pero es un caballero
y nunca me lo dijo abiertamente.
¿Le gustará mi vestido con este gran escote, entonces?
Creo que sí...
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Al través de la ventana se aprecia oscuridad. --Creo que no vendrá.
Y de pronto mi cuerpo se estremece, fría sensación recorre mis entrañas de arriba hacia abajo cuando llaman a la puerta. --¡Es ella! ¿Y si no? Tengo miedo de abrir. Las manos me tiemblan.
Me asomo por la mirilla y ¡allí está! Se acelera el corazón. ¿Pero qué me ocurre? Mi miedo va en ascenso.
Respiro profundo y trato de parecer firme cuando abro la puerta.
¡Qué mujer! Y bajo el escote se ocultan empinadas cuestas de volcanes que parece quieren estallar.
--Hola, qué gusto me da encontrarnos por fin --Pero, pasa ¿te gusta la habitación? Digna de una reina, como tú --Me alegra que hayas venido.
Me cuesta trabajo ocultar lo nervioso que me siento cuando con un beso se dispone a saludar, beso fugaz depositado en la mejilla. Su perfume me deleita; me enciende su breve cintura atrapada entre mis manos.
Y aunque quiero, no me puedo contener, mis labios temblorosos van en busca de su boca. Voy hambriento de placer, voy sediento de pervertidas emociones. ¿Me aceptará, me pedirá esperar? Tal vez le parezca demasiado apresurado.
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En la habitación 217 del Hotel Alvear Palace, me esperaba...
la puerta se abre y frente a mí veo al hombre que me hace sentir algo nerviosa, algo perturbada, por esta situación rara, diferente,
pero somos adultos
y sabemos muy bien porque queremos estar hoy aquí,
juntos los dos.
Porque nos deseamos, nos excitamos, porque siento que su proximidad me hace hervir la sangre,
los sentidos, los deseos
no puedo mentir,
mi excitación le cuenta
todo, absolutamente todo
lo que estoy sintiendo
deseos, ganas
placer, morbosidad por besarlo, por tenerlo a mi lado,
en esa amplia cama del cuarto 217 donde sellamos nuestro encuentro,
con un descarado beso.
No dijimos mucho
apenas un hola
SOLO NOS BESAMOS
TODO EL TIEMPO, TODO...
Mientras nos devoramos
nuestras mentes hablaban...
Deseo tus besos
tu boca,
tu cuerpo todo
todo, así lo necesitamos
así lo queremos
locamente, lujuriosamente
ardiendo
desatándonos... placer.
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Recibió mis labios con la misma desesperación que yo sentía. Húmedos y suaves, de rojo carmesí, se restregaron con los míos sin delicadeza alguna.
Y la pasión encendió.
Mis brazos la rodearon; nuestros cuerpos se frotaban queriéndonos fundir en un solo ser. Las manos exploraban.
Cuerpos entrelazados, labios en fusión, e iniciamos una danza de locura hasta el pie de la cama.
juntos caímos y rodamos, y acariciamos y desnudamos. Sólo una palabra acertábamos a pronunciar: ¡amor... amor...! Cuanta pasión, cuanta lujuria.
Aquella noche nuestra, hermosa noche del invierno porteño, cuando palabras de Rochebrune asaltaban mi mente: "Atreverse con las mujeres es tenerlas ya ganadas".
Y al coito, gemidos y alaridos brotaron sin medida. Sobre mi vientre cabalgabas y flotabas por las sendas del delirio.
Por tus glúteos dirigía suaves embestidas, sintiendo, percibiendo cada centímetro que recibían tus entrañas, y más, y más me encendía.
Fue el espíritu, y no la carne, el que deliraba bajo el cielo de Buenos Aires. Entre gruesos cortinajes, entre candiles y espejos, explotamos con bramidos y estertores sin control.
Suavemente fui cayendo en un sueño relajante, en un sueño por la vía del placer.
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Todo a mi alrededor es perfecto.
La fuerza de tu abrazo, la longitud de tu exquisita mirada, el aroma de tu cuerpo que me enreda en una telaraña de miel y de lujuria...
Ofrezcamos el cuerpo, los deseos, esta loca sensación
de morirnos y renacer besándonos...
Apriétame, asfíxiame entre tus piernas...
Todo lo siento profundo,
muy profundo,
pero mis palabras
se muestran con mis besos,
en mi lengua provocadora
que lame centímetro a centímetro
esta lava interminable de
orgía de a dos,
somos dos cuerpos en llamas
que se extinguen en la
descontrolada pasión.
Todo, lo hacemos todo...
HOMBRE
No pretendas escapar
de mis sentidos.
Somos prisioneros de
nuestros más
bajos y perversos deseos...
Te derramas en mí
una y otra vez...
y tu néctar vuelve a
encender mi lujuria
sin vacilaciones
sin descanso
mi cuerpo todo,
se funde, estalla de placer
sintiendo que este
encuentro
es mejor de lo esperado!
Gemidos, jadeos y
mi cuerpo se sofoca
en tus besos, sabiamente,
en mi boca tu cuerpo
se agiganta... se vuelve
eternidad.
Cuerpos que se agitan,
cuerpos que se funden gota a gota...
Cuerpos que estallan
de placer...
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Los sonidos del amanecer porteño me despertaron; la luz vencía a las tinieblas. Y allí estaba ella, a mi lado con toda su desnudez. Su cuerpo reposaba en lánguida posición, me permitía admirar por vez primera la armonía de sus formas. Glúteos redondos y carnosos, grandes senos que ayer estaban coronados por erectos pezones, los que ahora se mostraban en reposo. Y entre rizos apreciaba residuos emanados producto de la batalla.
Y al abrir de sus ojos, al mostrar con picardía una sonrisa, Cecilia me hizo ver que habíamos vivido apenas la obertura de una gran sinfonía.
--¿Me llevas a conocer Buenos Aires?
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Conocerás todo lo que desees, estoy dispuesta a
disfrutarlo junto a ti.
Vamos...vamos ya, pero antes
quedémonos un rato más aqui,
otra vez...
Quiero sentirte nuevamente...
Bésame, asi...asi. (continuará)
Autores: buglione/borarje
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