La niña dormía,
Plácida, tranquila,
Y una luz de alegría,
Iluminaba sus mejillas.
Nadie la velaba
Tan sólo una muñeca,
Sucia y mal trajeada,
Acariciaba la carita
De aquella niña mulata.
Las otras niñas del pueblo
Dormían acompañadas,
De su gato, de su perro,
De sus madres, tan amadas.
Todos se reían de ella,
Y algunos se mofaban,
Al verla con la muñeca,
Sucia y mal trajeada.
Pero, ¡ay! si supieran,
¡ay! si imaginaran,
Que los ojos de la muñeca,
De noche se tornaran,
En dos luceros de fuego,
Con una calor casi humana.
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