CARTA DE DESPEDIDA
Querido excompañero de sentimiento.
Sé que no es la mejor forma de liberarme de ti, pero no tengo fuerzas ni valor para enfrentarte. Estoy segura de que si te tuviera delante no terminaría de decirte lo que te quiero decir, no me ibas a dejar acabar, ni marchar y seguramente volverías a golpearme contra la baldosa suelta de la cocina. A la cual le cogí cierto extraño cariño.
Sabes que te quiero, a pesar de todo. Pero no puedo seguir viviendo así. ¿Puedes recordar la primera vez que te vi? Cuando nos conocimos, tú llevabas un cubata en la mano, no le di importancia, era viernes por la noche y éramos jóvenes. Menudo ciego te agarraste, tampoco le di importancia, me dijiste que eras muy tímido y era la única forma de acercarte a mí.
¿Recuerdas la primera vez que quedamos a tomar algo? Yo me pedí un té frío y tú dos pintas de cerveza, a pesar de ser las 4 de la tarde, tampoco entonces le dí importancia, hacía calor y la cerveza es refrescante. Además tenías que disfrazar la timidez.
Lo pasamos bien, me pareciste tan simpático, tan hablador… se nos hizo tan amena la cita que tú querías que nos quedásemos a cenar juntos, pero yo no podía. Así que lo dejamos para otro día.
¿Recuerdas aquella cena? Todas las demás fueron iguales, pedíamos vino y gaseosa para los dos, a pesar de que yo no bebo alcohol, yo me bebía la gaseosa y tú dos botellas de vino para cenar. Nunca he sabido cómo justificar esa desmesurada ingesta de vino en la cena.
El tiempo fue pasando y lo pasaba bien contigo y terminé enamorándome de ti eras muy tierno conmigo. La verdad es que eras un cielo. Me gustaban tus celos infundados, me hacían sentir que me querías.
¿Recuerdas la primera vez que me tocaste? Qué pesadas fueron esas caricias. Llevábamos cinco años juntos, yo te veía beber mucho, pero bueno, como siempre. Pensaba que era la edad que se te pasaría con el tiempo, pero tú cada día bebías más. Nos habíamos ido a vivir juntos. Tú salías todos los días de lunes a domingo. Y volvías a casa de madrugada. Siempre borracho, y sin llaves, al día siguiente no recordabas nada, no recordabas dónde habías estado, no recordabas con quién, siempre estaba algún amigo enfadado contigo y tú no sabías qué le habías hecho o dicho para estar así contigo, no recordabas dónde habías dejado el coche… No recordabas nada.
Sé lo borde que te pones cuando bebes, a mí me humillaste cientos de veces en medio de la calle delante de todo el mundo, qué vergüenza me hacías pasar, me sentía una mierda. Todo el mundo me miraba y yo callaba y agachaba la cabeza antes tus chillos.
Como te decía, ¿recuerdas aquella primera vez que tus manos tocaron mi cuerpo? Aquella noche, habías salido, yo dormía cuando llegaste a casa, te oí vomitar en el baño y salí a ayudarte. Te incorporaste y me gritaste que me marchara, me dijiste que no querías verme, que te lo pasabas mejor sin mí, yo me quedé inmóvil mirándote, entonces viniste hacia mí y me soltaste un puñetazo, el primero. Me gritaste que te acababa de ver el encargado del trabajo en una discoteca. Supuestamente tenías que estar trabajando, pero habías llamado para decir que no ibas que estabas enfermo y te habían pillado. Ojala hubieras ido a trabajar. Maldije a tu encargado por él me acaba de ganar un puñetazo en mi ojo derecho, varios empujones hasta caer al suelo y por intentar levantarme dos patadas en mi estómago. Aquella noche dormí en el suelo del pasillo.
A la mañana siguiente no recordabas que me habías tocado. Te levantaste a las dos del mediodía de nuevo, y fuiste directo a la nevera a por una cerveza, encendiste la radio, saliste a la terraza a tomar el sol y ni me preguntaste qué me había pasado en el ojo, cuando me viste llevarte el teléfono y la cerveza que me habías pedido, tenías una llamada de tu encargado.
Cuando acabaste de hablar, entraste a la cocina, yo estaba pelando unas patatas; sentada en la mesa. Abriste la nevera y cogiste la tercera cerveza. Me han despedido, me dijiste. El encargado me vio ayer que estaba por ahí y no había ido a trabajar. En tan mala hora que te dije que íbamos a hacer ahora, estábamos pagando el piso y necesitábamos los dos sueldos. Tiraste la cerveza contra la pared y me agarraste por los pelos, golpeando mi cabeza contra la baldosa. Desde ese día me recogía el pelo ¿recuerdas?, aunque me seguiste golpeando igual. Mi cabeza aguantaba, la pobre baldosa se cayó y tenía que estar pegándola continuamente. Cada vez que la miraba la sentía compañera mía, ambas éramos golpeadas, aunque seguro que a la baldosa no le dolía.
Así pasamos un año, nuestro primer año viviendo juntos, te levantabas a las dos de la tarde, no buscabas trabajo, la nevera llena de cervezas, no comías, te levantabas con una cerveza en la boca, otra en la mano. Por las tardes te bebías una botella de wiskie en media hora y te ibas de bares. Volvías de madrugada, tambaleándote, gritando y diciendo que me querías dejar, entonces volvías a pegarme y yo acababa durmiendo en el suelo del pasillo. Al día siguiente no te acordabas de nada, me jurabas que me querías y no querías perderme, y yo te creía. Creía en ti, te quería.
¿Recuerdas mi último cumpleaños? En noviembre. Me prometiste que estarías, me lo prometiste. Pero de nuevo me fallaste. No apareciste en todo el día, no me felicitaste, no supe nada de ti hasta las cinco de la mañana que me llamaste desde comisaría para que fuera a buscarte. De camino a casa te habían parado, te habían hecho el control de alcoholemia y habías dado positivo muy alto. Te habían quitado el carnet de conducir y tenías que pagar una buena multa. Cuando llegué a recogerte me dijiste que la culpa era mía, que todo había sido por tener que ir a mi cumpleaños. ¿qué cumpleaños? Si ya había pasado y no me habías ni felicitado. Me gritaste que había sido el peor año de tu vida, que desde que estabas conmigo todo te iba mal… nos fuimos a casa, yo callaba para no empeorarlo más. Pero no pude impedir que de nuevo nada más llegar a casa agarraras la silla de la cocina y la lanzaras disparada contra mi cabeza, fue mi regalo de cumpleaños. Ya tenía dos amigas la baldosa y la silla.
Tuvieron que pasar un par de meses desde ese día para reunir el valor suficiente para dejarte. A pesar de quererte. A pesar de haber intentado ayudarte con el problema. No pude ayudarte, me sentía mal dejarte tirado en esa situación, pero estabas acabando con mi vida. Reuní el valor suficiente para distanciarme de ti. Las navidades las pasamos separados, yo te dije que me iba con mis padres a pasar las fiestas y tu me dijiste que te quedabas que te aburría estar en familia. Quedamos en encontrarnos al término de estas. Ni una llamada en veinte días. Ni me felicitaste el año nuevo. Únicamente me llamaste el tres de enero, para decirme de nuevo que me querías dejar. Te colgué. No iba a esperar más. Estaba lista. Cinco días después me he presentado aquí en nuestra casa, porque no es un hogar, me llevo mis cosas. Y te dejo mi explicación. No me busques, ya no te creo. No creo en tu arrepentimiento, no creo que no lo vas a volver a hacer, no creo que vayas a cambiar (no quieres), no creo que pueda ayudarte…. Simplemente voy a creer en mí, en que puedo aspirar a una vida mejor. Sólo lamento haber tardado tanto en darme de cuenta del daño que me has estado haciendo.
Sé que te quiero, no sé por qué. Quizá sea porque te veo indefenso ante el alcohol y me das pena. Pero también sé que dejaré de quererte con el tiempo y la distancia.
Gracias por los buenos momentos que tuvimos. Y hasta siempre.
Tu excompañera de sentimientos.
P:D: me llevo la baldosa, espero que no te importe.
|