Los equilibristas llenaban aquel circo y aguardaban al maestro de todos ellos, al mentor de su actividad, al hombre que los superaba con largueza.
Al poco rato, un tipo ingresó a la pista, ataviado de terno y corbata y sin realizar ninguna pirueta, extrajo de entre sus ropajes un papel y dijo con voz potente:
-Esta es mi colilla de sueldo. Gano doscientos mil pesos.
Y dejando ese papel sobre una pequeña mesita, sacó otro de entre sus ropajes y comenzó a leer:
-Colegios, cuarenta mil pesos, comida, cien mil pesos, locomoción, treinta mil pesos, deudas varias, veintiocho mil pesos, un pequeño gusto, dos mil pesos.
Terminado esto, el hombre hizo una sutil reverencia y el circo casi se vino abajo con la ensordecedora ovación.
No cabía duda alguna, los equilibristas estaban presenciando al mejor, al más excelso de todos ellos…
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