Abrió los ojos y lo primero que vio fue a su mono, sentado sobre su silla, comiendo una banana. Parecía estar concentrado en lo que comía pues el hombre se levantó y con uno de sus zapatos se lo tiró en el cuerpo, haciendo que el mono saliera disparado, echando gemidos por toda su casa. El hombre miró a su lado y ya se había largado la hermosa morena de labios encarnados y calientes como su vagina. Se lamentó. Se levantó con pesadez, aún le ardía el cuello mordido, y los brazos arañados aún latían con fuerza. Fue terrible la negra, se dijo el hombre. Estaba desnudo y vio sobre el piso toda su ropa regada, botellas de ron y vasos vacíos. Buscó un par de calzoncillos, se los puso. Luego se vistió completamente. Fue a la cocina y encontró nuevamente al mono sentado en su silla, comiendo pan con mermelada. Se rió de esto y se dijo que mejor se bañaba antes de desayunar. Llegó al baño, volvió a desnudarse y se metió en la ducha. Abrió la manija pero no salió una gota de agua. Maldición, se dijo, masticando los dientes hasta hacerlos rechinar como llantas reencauchadas. Salió de la ducha y se puso una sábana para buscar agua en el caño de la quinta. Cogió un balde y salió hacia el caño. Pero, parecía que no era el único que buscaba agua. Tuvo que hacer una cola de más de diez personas. Y cada uno con lo menos cuatro baldes. Han cortado el agua, se decían unos a otros. Y cuando le llegó el turno vio frente a sus ojos a la morena con quien había pasado la noche. Lo extraño era que no estaba sola, había dos negrazos a su lado. Diablos, pensó mientras cogía su balde y empezaba a caminar hacia su cuarto. Ya estaba por entrar cuando los dos negros le detuvieron en la puerta, y luego, lo empujaron hacia dentro. ¿Que pasa, compadre?, preguntó muy nervioso el hombre. Nada, no pasa nada... has estado con mi mujer, dijo el mas viejo de los negros, eso es lo que pasa, y, además, le has dejado el rostro y el cuerpo lleno de magulladuras, y, mira bien compadre, eso no me gusta nada... y ahora mi negro, tú tienes que pagar, eso sí, tienes que pagar... con sangre mi moreno, con tú sangre... Nuestro amigo no sabía qué hacer, y, sin pensarlo les pidió a los negros que esperasen un momento, que todo se podía solucionar. No bien terminó de hablar cuando le llovieron puñetazos, patadas, culatazos, etc... Hasta que nuestro amigo, perdió la conciencia.
Las cosas que suceden en la vida son más increíbles que un cuento, más imaginativas y demasiado duras. Y bien, apenas recobró el conocimiento vio a su lado tres cuerpos tumbados muy cerca de él. Aún se sentía magullado, agarrotado, y todo le pareció una pesadilla. Volvió a cerrar los ojos, quedándose dormido por varias horas más.
A la mañana siguiente, escuchó que la puerta estaba por ser tumbada. A duras penas, se levantó con el cuerpo hecho puré. Mientras caminaba, notó tres cuerpos destrozados en su cuarto, llenos de sangre y con los rostros desfigurados... Estoy soñando, se dijo mientras se acercaba a la puerta hasta abrirla de lado a lado. Era la policía, acompañados de todas las caras asombradas de la vecindad, como un fondo dantesco de un cuadro de Dalí. ¿Es usted, fulano de tal?, preguntaron los oficiales. Lo soy, sí señor, y siempre lo he sido... pasen a mí cuarto y vean estos cuerpo que no sé qué diablos hacen allí; lo último que recuerdo es que estaban moliéndome a palos estos dos, la otra, la recuerdo de la noche anterior en que nos dimos una gran bomba con toda la pornografía incluida. No bien terminó de hablar, esposaron a nuestro personaje. Le vistieron y, antes de que se lo llevaran, el hombre volvió a ver a su mono sentado en la silla de su cocina terminando de comerse otro plátano..., le pareció que estaba burlándose de él, eso fue lo que le pareció…
Al día siguiente salió en los periódicos, en primera página, el cuerpo de nuestro hombre enjaulado por homicidio, y los cuerpos desfigurados de los tres morenos, y, además, con letras grandes en primera plana, el testimonio de nuestro amigo que decía así: El culpable fue el mono.
San isidro, julio de 2006
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