No escribo por arrogancia ni merito, no escribo por razón ni sentido. Escribo porque es invierno y se termina, escribo porque tuve esta sensación, ese sueño de vigilia en el que tomo el café en un pequeño patio contigo. Pido perdón por esta dependencia y soledad, por esta insistencia que no soporta análisis ni juicio alguno. Me disculpo por hablar más de lo que callo, por mentir y robar, por mostrar esta otra cara, mi mascara vetusta de alegrías compuestas, que ya tan solo sirve para enterrar el par de palabras que no me atrevo a decir. Es, esta mi mascara, la que me ayuda a fingir que ese café en compañía no es simplemente decir, de una manera solapada y cobarde, que te quiero y que deseo que te quedes. Pese a todo y, mientras camino a tu lado y detrás, no puedo evitar ver tu sombra “coja”, más grande y bella que la mía. Me deslumbro fácilmente con su forma y elegancia y me olvido entonces de su pierna, cojeando por esos frágiles esquemas sinápticos que pretenden ser más, no obstante notas esto y el cojear es acompañado por la sonrisa de su madre a quien veo con vergüenza y respeto. Sin importar “que” o el “porque” esta vez no me equivoco, te veo y aún antes de abrir mi boca o soltar el lápiz necesito decir lo poco que se, porque es esta una de esas contadas veces, en las que admito con sumisión y seguridad que estoy pidiendo demasiado… |