Lo último que vi fué cuando se apagó la luz con la venda que cubrió mis ojos, en ese último instante, ambos mirandonos, sin tratar ya de huir, entregada, expectante. La tela era suave incluso al sentir la presión. Todo negro, silencioso.
Pude percibir el olor a vela y el chisporroteo de su llama, casi imperceptible en otro estado. Recuerdo estar sentada en una silla, y recorro con mis yemas ese espacio, el de mis manos, mis palmas al lado de mis muslos quietos, es de tela, sin brazos, sigo sin moverme. El tiempo se hace extraño, no se reconocerlo.
Un leve soplido por mi espalda es tu estela al pasar, sin poder dominarlo mis pechos se recienten con la piel de gallina, de frio sin serlo. Un leve ahogo en mi garganta, sutil pero ahogo al fin, mis labios apretados por un instante.
Sin saber que vendrá, sin palabras con mi respiración màs apurada en este compás de sube y baja siento de pronto un pequeño golpe álgido, golpe por lo frio, desconocido, salto de la impresión, mis manos se empuñan con esa sensación de frio intenso que se derrite en mis labios tibios mientras gotas caen a mis pechos, una tras otras me hacen estremecer. Mis pezones a gritos creciendo, la fria tortura baja y su forma cruel se derrite sin piedad ante el ardor de mis pechos, gotas ahora una tras otra entre mis piernas. Sin saber a donde va, entra en mi boca, suavemente, un alivio junto al ardor, el hielo se derrite sobre mi lengua, bajo ella revolcandose lentamente dentro de mi hasta desaparecer...
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