La noche caía sobre Buenos Aires y Juana regresaba a su casa después de visitar a su prima Angélica. Como siempre tomó un taxi de una agencia de la cual ella era clienta. El conductor, un tal Rogelio, era la primera vez que le tocaba a Juana, y ella no lo conocía. No sabía porque pero había algo de Rogelio que a Juana no le gustaba. El tipo tenía como una mirada bastante extraña y sus gestos denotaban cierto fastidio. Juana se estaba poniendo un poco nerviosa aunque trató de disimularlo.
Para colmo el taxista tomó una ruta diferente de la habitual. Pasaron por una institución militar. El taxista, que no había pronunciado palabra alguna, dijo entonces:
- ¿Vio doña ese lugar? Usted no sabe ni se imagina lo que hay allí.
- ¿De qué habla? – preguntó Juana – La verdad no se nada – Juana pensó que se trataba de algo relacionado con la dictadura militar, que entre 1976 y 1983 cometió innumerables atrocidades en la Argentina. Pero no era eso a lo que se refería Rogelio.
- Ahí tienen a un extraterrestre.
- ¿Qué? – Preguntó Juana sorprendida y sobresaltada a la vez.
- Tal como lo escucha. En los años ’70 capturaron a un enano verde de una nave que se estrelló cerca de Chascomús. Parece que venía de un planeta llamado Pipystrellas en la constelación de Sagitario. Había dos extraterrestres en la nave. Uno murió y al otro lo trajeron aca, en el regimiento de Palermo. Imagínese era la epoca de los militares y el tema no tuvo trascendencia. Lo taparon.
- ¿Y usted como sabe tanto?
- Mi hermano trabajaba en Chascomús en esa epoca y se enteró de todo. Hasta intervinó el gobierno de los Estados Unidos.
- ¿Y el extraterrestre vive?
- Parece que aún vive. Lo mantienen con alimentación como la que comemos nosotros. Esta en un sotano. Ellos tienen una vida más larga que la nuestra.
Juana quedo boquiabierta con las cosas que había escuchado. Por suerte el viaje terminó y Juana se bajó del taxi. Pero mientras lo hacía el taxista le dijo:
- Créame doña, los extraterrestres están entre nosotros.
- Bueno, pero yo le tengo más miedo a los terrestres – dijo Juana intentando dar por terminada la conversión.
Juana ingresó al edificio donde vivía y mientras subía al ascensor comenzó a sentirse acalorada. No sabía bien por qué, pero no podía olvidar las cosas que le dijo el taxista. Cuando ingreso al departamento saludó a Roberto, su marido, y este al verla nerviosa le preguntó:
- ¿Pasa algo?
- No, nada – dijo Juana, de una manera tal que era obvio que estaba mintiendo.
- A vos te pasa algo.
Y entonces Juana contó todo lo que el taxista le dijo. Roberto trató de no darle importancia y sostuvo que el tipo o era un charlatán o simplemente un idiota.
- No llamamos más a esa compañía de taxis para que no nos toque ese idiota.
- Sin embargo, ahora que me acuerdo – dijo Juana – me parece que yo algo escuche de ese tema.
- No hablemos más de eso.
Al día siguiente Juana fue a hacer las compras como todos los días. En el supermercado le pareció ver al taxista. Era igual. No había dudas, era el taxista. De golpe, desapareció casi sin dejar rastro, como si se hubiera esfumado de repente. Juana quedó muy nerviosa. De repente, Juana escucho que uno de los vendedores del supermercado dijo:
- ¿Vieron eso? Parecía como un disco plateado en el cielo.


Juana volvió a su casa muy nerviosa. En la TV no paraban de hablar del OVNI que había sobrevolado Buenos Aires aquel día. Lo habían visto en la Nueve de julio, en el Puerto y en los bosques de Palermo. Llegaban testimonios de toda la ciudad hablando del disco plateado que había sobrevolado la ciudad.
De golpe, como suele pasar en la TV, se cambió rapidamente la noticia. “Recordamos ahora a aquel gran escritor que fue Eugenio Benavídez, que falleció en un día como hoy hace veinte años atrás”.
Y la TV reflejó la cara del escritor. A Juana se le cayeron los platos. Era la cara del taxista.