Fue en el solsticio de verano en donde nacieron mis batallas, donde el sol te cuenta sus hazañas que yo guardo en una cajita. Y es allí donde descansan los recuerdos bajo el cielo a dos aguas en el mar de tu sonrisa... en ti descubrí que no hay sol sin una luna, no hay mar sin estrellas ni luz sin la utopía, pero es difícil descifrar aquella estrella fugaz que hoy no brilla... quizás fue un estado mental o el aprender a llorar sobre una rosa amarilla. Llevo grabado en mis pupilas el resonar de tu risa, el sabor de tu fragancia y el color del mediodía aunque simplemente trate de vivir a la par de tu prisa, en sintonía con tu calma y en contraste al invierno que olvido contar sus días.

Dicen que la historia es maestra de la vida y enseña, partidaria de la memoria y postulante de su entrega. Es quizás la madre de la conciencia que cobija en su seno los versos de una realidad que no olvida, pero gracias a ti aprendí algo adicional... la historia es maestra de nuestras vidas es verdad, pero no porque no olvide sino porque te deja la esencia de un porque y el detalle de su ironía. Es a través de ella que uno conoce el manual de como aprender a no morir como un suicida, a luchar por lo que esperas, a entender que hay amores que duran lo que dura una vela encendida, a secar la lagrima que aun habita en la garganta y el como regresar al lugar en donde haz sido feliz.

Es tal vez la manera de saber que estuvimos vivos y que formamos parte de un diccionario en donde encontramos juntos la justa medida a esas dos palabras. Para ti la adversidad no importaba, que en total y a pesar de todo la vida es bella, que no importa el como... solo importa el porque y que si nos conocimos a destiempo mañana sabríamos que todo empieza. Hoy es difícil descifrar la ausencia de una estrella, pero por ti comprendí que si el pasado no sabia lo que hacia, es el presente el que provoco que hoy estuviésemos tan cerca.