Si es verdad, lo son, son como espadas que atraviesan una alianza, seres inertes como las piedras y la lava, brasas calientes de guerras perdidas con el único objetivo de ganar sin batallar. Sensación de revuelo y polvareda en una agotable búsqueda de respuestas, ante el luto postergado de una guerra sin cuartel.

Esto es como el danzar de un ciclo en espiral, de semanas de conjuros en el medio de un tablero en donde vence no el que ataca o desespera, sino el que mira sin recelo hasta que el otro pica el anzuelo de una jugada magistral, en donde la agonía del adversario hace volar aquel damero en un arranque viseral.

Y es allí donde siempre los encuentro, sentados en el mismo lugar a la espera de una señal, sin creer que ha sido en vano el repicar de la campana que da anuncio al inicio del regreso de un ayer. Y es así como regresan, cual titanes sin medalla que pelean por una alianza que no será de ninguno de los tres, son fantasmas que no dejan huella a su paso y de regreso van pensando que perdón han de merecer.

Viejas historias ahora cuentan, unas de cal y otras de arena, sin entender que en la ausencia una rosa taparía la pena y ahora que lo tengo tan cerca, siento su olor en todas partes, tierra y fuego una medalla... el resplandor de la experiencia.