Es increíble la vida de un aeropuerto. La gente viene y va y uno se acostumbra a no ver nada. Pero esta mañana, aquí sentada, he comprendido un poquito mejor cuanto te quiero.
La gente esperaba delante del mostrador para facturar su equipaje.
Algunas personas bien vestidas tomaban un café mientras muchos otros como yo (como tu) esperábamos simplemente que el tiempo pasara. El aeropuerto mostraba su imagen fría y desolada mientras unos lloraban al partir y otros se abrazaban desesperados. La pasión de los viajeros contrarrestaba la frialdad del edificio.
Cerré los ojos un momento. En mi oscuridad instantánea vi tu cara, vi tus ojos que miraban a los míos. Volví a abrirlos, pero no vi nada. La
oscuridad mas densa se había apoderado de los largos pasillos que formaban el laberinto en el que yo me encontraba. ¿Era posible que los miles de neones que encendían mi migraña se hubieran fundido en un ataque de solidaridad con mi cansancio?, ¿con mi tristeza?¿O era mi imaginación? ¿Seguía con los ojos cerrados? Pero entonces, ¿dónde estaba tu cara? ¿dónde tus ojos?
Poco a poco empecé a escuchar el murmullo de la gente que estaba sentada a mi lado. Intenté hablarles pero las frases habían desaparecido de mi boca. También mi lengua había decidido descansar. No fui capaz de reconocer ningún idioma entre tantos que me rodeaban. Puse la mano en el brazo de la silla.
La belleza primera de la oscuridad empezaba a dar paso al desasosiego más triste. Un mundo entero vestido de negro y yo intentando verle la cara.
Y entonces me di cuenta de todo. Comprendí la fuerza de la vida, de la nuestra vida.
Y entonces supe que fue la luz verde de tus ojos, la causa de mi ceguera.



- Lola M-A L -

20/12/2003


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