Me aferré a esos audífonos que había adquirido expresamente para oírlo. Sí, cuantas veces me dijo: ¿tienes chat de voz? Entonces instalé una tarjeta de sonido full en mi computadora, para “platicar oyéndonos mutuamente” según sus palabra. Seria una experiencia nueva, porque además de chatear con el “Hechicero”, su nick podría también oírle y ¡conocer su voz!.
Yo insistía en la consabida fórmula de llamarnos telefónicamente, ignorando la nueva tecnología y advertía razonando: “te saldrá muy caro, mejor coloca el chat de voz”, como si no hubiese sido más caro, amarlo del modo que lo inspiró ese mexicano que conocí una tarde chateando en el invierno pasado.
Tanto insistí que me envió su numeración telefónica. Todas, de su consulta médica, su celular, su casa.
Le llamé en vísperas de Navidad. El 24 de diciembre era una fecha propicia. Sentí que hubo una comunicación alegre y cordial, con la natural sorpresa que ocasionó un encuentro telefónico primerizo y a tanta distancia.
Instalé el chat de voz, pero escasamente nos comunicamos así. En los siete meses que alcanzaron a durar nuestros encuentros lo hicimos chateando. Reíamos por escrito y nos anunciábamos deseos de amor y juegos de caricias. Volvía a escribirle mail y buscaba sus respuestas en mi pantalla... Así día a día una carta y otra.
Abría mi correo con urgencia de muerte. En todas halagaba mi estilo de sentir y escribir: “Eres una poeta” “Mi poeta latinoamericana” repetía. Comencé a subir como la espuma y entonces en ese vértigo, la manía de escribir y expresarme me invadió de poemas y cartas apasionadas que le enviaba, llenas de soledad donde, como mendiga, imploraba que me amase. Así fue que comenzó a asustarse. Claro, era una hembra solitaria que a gritos de e- mail pedía amor y pasión. Me bajó a la realidad con suavidad, con ternura: “¿Cómo puedes estar sola?”, me repetía. Si no fuera por la distancia geográfica que nos separa... quería ser tu amante. ¿No hay acaso en tu pais alguien que no vea en ti esa la mujer especial que eres?
Y no había. No tenia amor ... ese feroz trofeo por el que venía soñando hace tanto tiempo, desde que mi marido me dejara, aburrido de mis ensoñaciones, de mi mala conducta como dueña de casa, de mi desorden mental y mi incorregible afán de vivirlo todo intensamente, incluyendo gastarme el sueldo antes de terminar el mes. “Con ella no hay planes posibles, no puedes organizar una vida ordenada” le habría confesado a nuestro hijo mayor en una oportunidad en hablaron sobre nuestra separación.... y claro, entonces decidió irse con mamá que era la auténtica mujer de sus sueños: equilibrada, dueña de casa, organizada, tan senil como el alma que él tenia.
Y estaba joven, muy joven. Quería vivir a sorbos profundos y volver a amar y ser amada... esa idea que Freud advertía, es la única psicosis aceptada socialmente y que deviene luego en la neurosis del matrimonio.
No quería nuevamente una unión formal, pero me reconocí amando de la peor manera y de cuantas existen bajo las estrellas, la que más duele: a un imposible, a un extraño “hechicero” que habitaba al otro extremo del planeta y que se alegraba con mis carta que las esperaba, según decía con la misma urgencia, con la que deseaba ser amada... Y así escribí tanto de mi amor por él, que terminé no sólo por fastidiarlo, sino aterrorizarlo. Advertí con claridad que el ponía freno al juego recalcando mi condición de amiga, “Porque eso somos, nada más, no te ilusiones”.
Llegó el verano y decidí huir al mar pues coincidían mis vacaciones con la tristeza de su rechazo. “Que te vaya bien. Y recuérdalo somos amigos”, me repitió en ese último encuentropor chat. Entonces, para aceptar esa bofetada y estando tan sola en una playa del norte decidí tenerlo, de la única forma en que no podría rechazarme jamás: sólo en mi imaginación. Lo abracé a la cintura caminando por la orilla del mar... Había venido a conocerme. “¿¡Cómo no iba a conocer a la sabia y loca que me escribían esas cartas tan inspiradas?! decía mientras me abrazaba con fuerza....Le insistía que no podía creer que fuera realidad y me contestaba: “Cuando hay amor de verdad no hay barreras posible, ni distancia geográfica capaz de oponerse... Me enamoré de ti, de tu persona, Me enamoró tu forma de sentir y de la manera en que me expresabas tu amor Ahora, lo reclamo de verdad. No dudé en acariciarlo, perdiendo mis sentidos en su piel morena. Primero fueron besos tibios y dulces, luego otros frenéticos, donde nos robamos por segundos la respiración muriendo en una breve y bella muerte..... Temblamos bajo la luna marina cuando decidió ingresar suave y delirante a mi cavidad volcánica, mientras nos cubríamos de todas las caricias a que alcanzan los sentidos y sólo pudimos abandonarnos cuando logramos acabar en millones de partículas de placer y sentimiento.... Lo hicimos de un modo tan feroz y alucinante, hasta cuando advertí húmedos mis muslos y mi rostro invadido por el llanto. Este es un trozo de la esquiva felicidad que le hemos robado a esta puta vida. Me dijo.
Ahora, estamos prisioneros por el lazo sangriento del deseo cumplido, dijo al acabar. La jornada siguiente la destinó a su propósito de no olvidarme, de dejarme inscrita en el memorial de sus futuros proyectos... de irnos, de construir nuevos puentes para caminar la vida.....juntos.
¡¡¡No, mi amigo: este amor nació para terminar aquí”!!!.le respondí. Ahora era yo quien lo aterrizaba con fuerza a la realidad. .
Amor deber regresar a tu tierra, a tus raíces, a lo tuyo y los tuyos... Volveremos a encontrarnos en los mail , en el msn, en las frescas noches de mi ciudad y la tuya. Triste y abofeteado por mi raciocinio regresó a su ciudad, México.
A la orilla del mar quedé con su recuerdo. Varias semanas después, cuando regresé de esas vacaciones memorables a casa, comencé a llenarme de remordimiento y dolor, imaginando su rencor y desdicha a causa de la malvada que lo disfrutó pero le hizo retornar a su tierra sin proyectos concretos. Tomé el teléfono, busque en la agenda sus números y llame al primero que staba apuntado en mi libreta: En los primeros segundos se produjo un pavoroso silencio. Luego su voz extranjera que me respondía entre anonadado e incrédulo. ¿Con quien hablo, ahhh lchileans? Hola!....cómo estás?....dijo
y sobrevino recién en ese instante mi caída libre a la realidad. Un aguijón doloroso me estremeció el alma. Nunca habíamos estado juntos, solamente en la nave de mis sueños. Nunca había caminado a la orilla del mar el norte de mi tierra abrazada a él. No estaba en sus sueños ni añoranzas. “Regresé de mis vacaciones, escríbeme le dije acudiendo a la mas trivial de las charlas telefónicas. Okey, me contesto...aún incrédulo. ¿Podremos hablar por chat ? pregunte apenas con el último aliento de entereza que me quedaba. Si dijo , pero evasivo... despidiéndose con un bye bye indescifrable. Y, aquí estoy imaginándolo en una loca carrera por cambiar los números telefónicos, borrando su dirección de e-mail y mi nombre en su lista de amigos del Chat, incluso la chapa de su puerta “no vaya a ser que esta loca llegue un día por acá. ”
Y mientras sigo aferrada a los audífonos, revisando día a día los email, sin tener más su voz , ni tan sólo una letra suya en mi correo.
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