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Inicio / Cuenteros Locales / LacrimaMosa / Instrucciones para hacer reír a la gente con pocos materiales

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Como primer punto se necesitará tener una personalidad por demás extrovertida, con no grandes dotes actorales, pero buen desarrollo de la imaginación. Y no me refiero a esto con una mente dada para las historias fantásticas, con los personajes y las situaciones que requiere; sino una imaginación que trascienda el plano de lo absurdo, codeándose con lo real, pero delimitando ese umbral con nimios recursos metafóricos, y elipsis que saturen, no en doble sentido, sino el buen acompañar de incontenibles lagrimas y risas.
Aunque se debe aclarar que, si la persona no corresponde al conjunto de lo extrovertido, un buen uso de la seriedad en ella logrará explotar las carcajadas del publico, y ante el mas espectacular chiste, permanecer inmutable como si nada de todo esto importara; cuestión que conllevará a las risas a un tiempo indeterminado, que mas bien saber controlarlas, pues podrían volverse insoportables.
El uso de lo cotidiano, como comicidad, resulta ser un muy buen recurso a la hora de comenzar un monólogo, una batería de chistes o el solo hecho de contar lo que el otro día me sucedió en el bar, aquella vez en que fui a tomar unas cervezas con una dama, y tras un malfuncionamiento motriz de mi parte la cerveza fue a volcarse sobre su vestido, y que sorprendentemente en la mancha pudiese verse, con lujos de detalles, la figura de Mahatma Ghandi.
Volviendo a la necesidad o no de tener dotes actorales, esta cualidad podría servir de gran ayuda, pues a la hora de provocar las risas, los gestos y los exagerados movimientos de las partes del cuerpo (el de uno mismo, por supuesto; no quisiéramos caer en el absurdo implemento de comenzar a realizar movimientos exagerados en un cuerpo ajeno), acompañan la dinámica del buen contar. Y si se tratase de imitar las características de un personaje, ya sean físicas o de personalidad, lo conveniente sería caricaturizar al máximo sus cualidades. Por ejemplo, si el coloquio se realizara a raíz de imitar a la persona de Sigmund Freud, de nada valdría utilizar el cliché del diván y pipa en mano; sino mas bien vestir un traje de psicodélicos colores, y quizás un niño pequeño portando una desagradable mascara de monstruo, mientras lo toma de su mano; a modo de personalizar sus fantasmas. Todo esto, no de más esta aclararlo, siempre y cuando la personalidad teatralizada sea conocida por la gran mayoría de los espectadores; pues si uno se dignase en caracterizar un personaje desconocido, los dotes actorales serán en esta ocasión lo único que nos salve del ridículo.
En cuanto a utilizar el recurso del absurdo, las variantes son infinitas. Intentar enumerarlas una por una sería una empresa imposible, pero el dar unos ejemplos creemos que sería de gran ayuda; más aun para aquellos que sean en extremo despistados. ¡El supuesto de la gravedad como una atracción de un ser subterráneo y maligno para alejarnos de Dios, hace siglos que se refutó!, y están en derecho de utilizarlo como absurdo.
Algunas veces es muy bueno (con algún que otro dote actoral) comenzar, en alguna tarde de té con amigos, un dialogo con un famoso personaje de la historia, demostrando así sus agrados hacia actividades varias. Un buen ejemplo sería dialogar sobre la relación que podría existir entre el puntillismo, la decoración rococó y las tiernas actividades que suceden en las guarderías para niños, con Adolf Hitler. O tal vez imaginarnos (e interpretar) cómo sería el discurso que dictara Jack el destripador, luego de haber recibido el premio Nóbel de la Paz, y el buen recurso del discurso lógico, basado en su propia ética, y explicar por que es digno de beatificación el haber mutilado a prostitutas, tras creer que esa profesión no es digna de un cristiano hecho y derecho.
Si el absurdo resulta por demás difícil para la mayoría de los lectores, utilizar las realidades de lo cotidiano (tanto propias como ajenas) siempre resulta satisfactorio. Bien sabemos que la desgracia ajena es una espectacular vía a la risa, relatada con unas pizcas de ironía. Aunque se aclara que se elija bien previamente quien será nuestro objetivo, pues algunas verdades duelen muy profundo, y uno no quisiera divorciarse de su esposa tras, en una fiesta familiar alcoholizado hasta el copete, haber hecho reír a los invitados y colados por haber imitado a la suegra depilándose las piernas y demás en su traje de baño de dos piezas, en una calurosa tarde de verano en el patio de la casa, y describir los improperios que de su boca salen por quemarse con la cera, e intentando echar al perro que se divierte lamiendo las partes en que ella coloca la cera.
El uso del doble sentido solo resultará satisfactorio en las mentes ávidas. Para que este recurso resulte gracioso por demás, uno debe estar atento, y enfocar la atención de su perspicaz inteligencia, en los finales de frases de los demás. Si una persona cree ser portador de una mente con estas características, este recurso servirá en cualquier momento del día, en cualquier lugar de la tierra; incluso con uno mismo cuando se encuentra hablando solo en el baño. El fin de éste será el de colocar al hablante en una ridícula situación, haciendo creer a los demás que lo que uno dice es realmente lo que él quiso decir; o buscar el doble sentido en la frase ajena, para provocar la risa colectiva. Se aclara que esta forma de comicidad debería utilizarse con personas que uno bastante conoce, pues en una reunión no quisiéramos ridiculizar a un conde recién llegado, y terminar como su esclavo en las estepas rusas, donde el frió nos quitará las ganas de reírnos, incluso tras ver a un burro de carga persiguiendo al mayordomo del conde con intenciones bruscamente sexuales.
El implemento de pocos materiales para provocar la risa, ese remedio que algunas veces se asemeja a la Panacea de los alquimistas, depende de la sencillez y el buen gusto del comediante. Reír con nuestros seres queridos (y algunas veces “de ellos”) nos resulta tan saludable como cualquier actividad deportiva; y no caigamos en el burdo chiste de hacer reír con improperios y vulgares palabras, pues la esencia de la risa (y mas aun, del “chiste”) surge de la delicadeza y perspicacia del comediante, y del delicioso juego de intercambios parlanchines entre amigos.

Texto agregado el 12-07-2006, y leído por 9286 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
21-08-2006 Otra genialidad tuya!***** gonzoyar
21-08-2006 Otra genialidad tuya!***** gonzoyar
21-07-2006 muy utiles tus consejos. sobre todos para tipos como yo sin mucha gracia para hacer reir.saludos .epi epicurico
19-07-2006 Genial! como no soy muy buena con el humor este ensayo me vino como anillo al dedo. Gracias, e intentaré reírme de lo cotidiano que es, al parecer, lo más fácil para mí. Saludos, mmm... lean mi novela please! eso, bye bye. Lazurd_de_la_Fata
16-07-2006 Bravo! parakultural
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