Era muy temprano, estiro mi mano hacia la derecha y mi biberón no estaba en su sitio, lloré desesperadamente pues tenía hambre. Mi madre que sonreía me calmó con un beso en mi frente.
Julia fue mi mejor defensora, gracias a ella mis padres nunca lograron golpearme, gracias a ella mi infancia fue hermosa. El día vísperas de mi cumpleaños, ella no durmió en su habitación, sino bajo mi cama con una barra de chocolate en su mano para ser la primera en saludarme por la mañana.
El profesor Romero con su rostro hermético, caminaba hacia mi en el acto de entrega del diploma que me hacia merecedor de mejor alumno de mi promoción, veía a papá y mamá abrazados de emoción en primera fila.
María Inés lucía una hermosa cabellera aquel día que le propuse matrimonio. Fueron los ojos mas hermosos junto a aquellos que abrió Valeska el día en que nació de su vientre.
Cuando llegué a casa un viernes, no paré de beber alcohol en mi habitación, aproveché que mi esposa y mis hijos no estaban, llamé a mis amigos y seguí bebiendo con ellos a un bar. Aún no recuerdo como regresé a casa.
Pude ayudar a mi vecino en su intento por defenderse de aquel ladrón que ingresó a su casa por la noche, mientras su esposa gritaba abrazando a su pequeña hija de 4 años. Ni siquiera fui capaz de llamar a la policía, no fui capaz de reemplazar la botella de cerveza de mi mano por el teléfono; siempre me sentí mal por eso.
Nunca me creí el cuento del alcohol, por eso tomé mas de la cuenta…….María Inés está a mi lado y atrás mis hijos, y sobre nosotros el camión que vuelca sobre mi vehículo. El olor a sangre aquí adentro, me sugiere a despedida eterna. De tantos fierros atravesados soy el más afortunado, a pesar del que me traspasa el cuello y el corazón..
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