Tenía muchas cosas que hacer, pero no hice nada, preferí quedarme sentado todo el día, sabiendo que cuando llegara mi madre haría un despelote de bulla. Pasó una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,... doce horas y nada, mi madre no llegaba. Pensé que le había ocurrido algo, pero, dentro de mí sentí que era una trampa, que mi madre pensaba que yo había enloquecido, y élla está allí, detrás de la pared, escuchando y mirando todo lo que hago, nada, eso es lo que hago, y eso la pone tan terca. Es posible que no desee que nadie sepa que está en la casa con el fin de que yo me preocupe, me levante y haga algo, como limpiar la casa, sacar la basura, estudiar, pero he decidido no hacer nada, quedarme sentado, así tenga ganas de mear, cagar, dormir, no, nada de nada, no me moveré, está decidido, aunque mi madre no aparezca jamás... Ya han pasado dos días, y, como predije, me he cagado, meado, y todo, allí, en el mismo sillón y no me he movido tal como había decidido quedarme hasta que llegue mi madre, pero no ha venido, y está bien, así mi carácter se forja con el yunque de la realidad. Pero, el hambre compadre, me cago de hambre, casi veo la comida flotando por mis ojos, es terrible, y siento que casi puedo lamer lo que alucino, pero no es real, porque si fuera real ya estaría en mi estomago, mi madre hubiera venido, me hubiese tirado agua o un libro en la cara, y con la ayuda de unos vecinos me hubiera cargado hasta dejarme en la ducha. El tiempo continúa su marcha, y mi madre no da señales de vida. He decidido que está muerta, bajo tierra, chata, uno con el polvo, y eso me alegra un poco porque ya no hay motivo para continuar sentado, ya puedo moverme, ir hacia la refrigeradora y meterme en el cuerpo, agua, pan, carne, porque me muero de hambre y de sed... Me he tratado de parar, y me he caído al piso como un saco roto de papas. Mis piernas están entumecidas, mis brazos están como una tela rota, muerta... Tengo miedo, pero no tiemblo. Veo mi sentimiento saliéndose de mi cuerpo. Comienzo a flotar, debo de estar como muerto porque veo desde el aire un cuerpo trozado, sentado sobre la silla de casa, es el mío, sí, es le mío. Es terrible ser un rebelde, pero así lo decidí. Continúo flotando y llego al techo de la casa. Llego hacia la ventana y me escapo por ella. Sigo flotando y veo que mucha gente entra y sale de casa. Son policías, periodistas, curiosos, todos, todos entran a mi casa y, curioso yo, les sigo desde mi estado flotante. Veo que mucha gente coge el cuerpo enloquecido de mi madre, que, como predije, estaba detrás del sillón donde aún está sentado mi cuerpo trozado, y no se suelta… es decir, no desea moverse. La entiendo, pero eso es lo que veo, a mi madre con un hacha en la mano, embarrada de sangre y mi cabeza allí, en sus brazos, arrancada de mi cuerpo, mutilado a hachazos. Veo que unos tipos recogen los restos de mi cuerpo y lo ponen en una bolsa negra. Dios, es terrible ver a mi madre con sus ojos llenos de lágrimas, enloquecida, pidiéndome perdón, perdón hijito, perdón... Así es como gime y por mas que la tratan de soltar de los restos de mi cuerpo, no pueden ni podrán, porque mi madre es mi madre y ella hace lo que le da la gana, como matarme porque ella me dio la vida, y me la ha arrancado también, es justo porque fui muy terco y caprichoso, rebelde, y todo por no querer moverme del sillón donde murió mi papá... Todo por eso. Y ahora, ahora, ahora sólo me queda flotar así como un papel por el aire, y viajar a la nada, y ser lo que soy, una pizca de aire conciente...
San isidro, julio del 2006
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