Uno se equivoca, a lo largo de su vida comete errores, nadie es perfecto. Los errores nos molestan, incordian nuestra conciencia, nos susurran al oído. Y duelen, nos duelen, nos atormentan. Nadie esta libre de pecado, asumámoslo. ¿Cómo cargamos con ello? ¿Cómo hacemos que sea soportable?
Mediante la autoindulgencia. “No es para tanto” “Le pasa a otros” “Nadie es perfecto”… Utilizamos este arma que todos poseemos para protegernos, para hacernos fuertes, en nuestro bunker, a salvo. Y es lícito, es humano, es una característica humana que se debe aprovechar, pues nos hace la existencia mucho más llevadera.
Pero no abusar. Jamás
Hay una línea. El aproximarse es peligroso, el cruzarla fatal, y no hay vuelta atrás, no la hay, maldita sea. No te engañes, no lo hagas, no la cruces, si no soportas hacer algo no lo haces, si un día se te hace soportable lo harás.
Hay deseos que son dañinos, y lo sabes. No debes hacerlo. Eres cuerdo como yo y distingues perfectamente entre el bien y el mal. Sabes que es cada cosa. No debes hacerlo. Sin embargo un día lo haces, cruzas la línea, te vences, te metes en el bunker.
Ese es solo el comienzo.
Comenzará una espiral autodestructiva, cada vez cruzas la línea mas lejos, cada vez te sientes menos incomodo, “que importa” “no es para tanto” “se lo merecen”
En realidad ya eres un monstruo, has sido vencido, la autoindulgencia ha ganado y tu…. Lo has perdido todo.
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