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Inicio / Cuenteros Locales / Frankie / Un encuentro cercano I

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Mientras salteaba las hojas de sus diarios pasados, no entendía como había sido posible hacerse tanto daño a ella misma de aquella manera. En cada una de las páginas, una pequeña leyenda era escrita con unas pocas líneas de específicas partes de canciones, todas redactadas por la misma banda. Aunque le doliese recordar, Karen revivió en su mente, por cortos segundos, cuando, dentro de su perdición ella encontraba una pequeña luz, la cual la ayudó a sobrevivir, esta banda. Después de tanto tiempo, le costaba asimilarlo. Pulsó “Play” y escuchó estás letras que le cambiaron y acompañaron en esta vida.

En aquel ensayo, el entusiasmo no solo se sentía en la voz de Luis, si no también, en el timbre que emanaban cada uno de los instrumentos de los distintos integrantes de la banda. Un concierto se acercaba, y, como siempre, querían dejar el alma en el escenario, y un recuerdo o huella en el público, el cual consistiría en adolescentes que se alguna forma se sentían identificados con sus letras y canciones. Luis salió del estudio, eran las 2 de la mañana, se concentró en su respiración por un breve pero profundo segundo, sacó de su bolsillo una cajetilla de Lucky Rojos, miró los pocos cigarrillos que quedaban dentro, tosió y la volvió a guardar.

Eran las 3 de la mañana, y Karen no podía dormir. Hacía ya algunas noches que se había enterado de que la banda, la cual no veía en un escenario desde hacía ya casi un año, se presentaría en Miraflores. Su corazón latía con rapidez y cada 13 minutos observaba el reloj y contaba las horas para que las 6 de la tarde llegaran.

“15 horas y contando…”, se repetí Luis. Faltaban en realidad 14 horas y 59 minutos para el concierto. Luis sentía cierta energía diferente y especial sobre la noche que estaba por llegar, y esto lo entusiasmaba. Ciertamente, este no era el primer concierto que tocaban ni mucho menos, pero cada día ellos destacaban por tocar como si fuera el primero y el último. Giró la cabeza hacía su izquierda y miró sobre su mesa de noche. Nuevamente la cajetilla de cigarrillos. Les dio la espalda y cerró los ojos.

Desde la hora en la que se despertó, si se puede decir que durmió, Karen estuvo “poniéndose en ambiente”, escuchando la banda que aceleraba su respiración. Su mejor amigo la llamó preguntándole si debía estar a las 5 de la tarde en su casa, ella asintió sin pensarlo. No podía esperar más. Buscó en su armario, debajo de todos los polos, uno que había pintado ella misma, con la inscripción del nombre de la banda, para otro concierto hacía ya casi un año. Se lo probó, y miró su reflejo en el espejo. Una leve sonrisa se asomó de sus labios.

Luis estaba subiendo las escaleras. Las luces estaban dormidas, las pruebas de sonido realizadas. Avanzó. Estaba, ahora, de pie en el escenario. Las luces se prendieron, sonó un acorde, y el compás de un público lleno de pasión.

Karen gritaba las letras aproximadamente a dos metros del escenario. Su voz le parecía tan perfecta, además de lo que transmitía al público, haciéndolo unirse por un par de minutos por canción, en una inigualable unidad. La adrenalina corría por su cuerpo, y cada vez que él se acercaba a ella, el corazón se le detenía. Con la última canción su voz se perdió y lo vio lanzándose del escenario para cantar con los chicos, una imagen que la acompañaría cada mañana de su vida. No podía creerlo. Ya había estado en otros conciertos en los cuales esta banda se había presentado, pero algo especial se sentía en aquel momento y en aquel lugar. La noche no había terminando. Los preparativos para la siguiente banda estaban empezando. Karen volteó por pocos segundos y su corazón se aceleró. Un calor excesivamente fuerte y fugaz le recorrió las venas. Sus ojos se iluminaron y empezó a caminar hacia adelante, a pasos lentos pero seguros, dejando atrás, sin previo aviso, a sus amigos.

Luis estaba feliz de cómo había salido todo. La gente, el público, y hasta su propio desempeño, acompañado del de los otros integrantes de la banda, lo ponían sumamente orgulloso. Estaba parado viendo de lejos el escenario, ya vació y se sonreía a si mismo. Bajó un poco la mirada, viendo unos ojos que se cruzaron con los suyos. El tiempo se detuvo.

- Felicitaciones, muy buen concierto. Soy Karen
- Gracias. Soy Luis.



CONTINUARA…


Texto agregado el 11-07-2006, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


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