Sediento no resistió el deseo,
y corrió hacía el abrevadero
de tapetes verdes
y esperanzas encendidas.
Donde podría saciar sus ansias
agarradas a su adicción irreversible.
Mientras, la indolencia elegante
miraba prepotente y cínica
con angulares sonrisas de piedra
por entre luminarias transparentes...
las contorsiones de la impotencia
de quien en vano intentaba arrebatarle al azar:
su gran noche,
en la rueda de la fortuna.
Texto agregado el 06-01-2004, y leído por 192
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