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I

Ella estaba sentada junto a mí, acerqué más mi silla junto a la suya, mientras mi pierna la frotaba, a ritmo cadencioso, bajo la mesa. El aire, los compañeros, las paredes susurraban su cálido nombre a mi oído cuando arribé y la vi, estaba allí, el amor de mi vida; inmediato me posesioné del asiento que me correspondía por derecho; ella me sonrió como los ángeles, con esa sonrisa tierna y ese brillo en los ojos que me fascinaban; froté su mejilla con delicia, en tanto pasaba el brazo por sus hombros, al tiempo que depositaba la más dulce miel de mis labios sobre su oreja izquierda; deseé permanecer en esa posición más tiempo, sin embargo, ella me susurró al oído con sutileza: "yaaa". Los pájaros silvestres cantan en los abedules y pirules que menean sus ramas a ritmo de un céfiro rebelde, además suenan las persianas del auditorio, esgrimiendo melodía candente. Mi mano izquierda intentó deslizarse sobre la mesa para tentar la de ella, no obstante, era tan difícil, que después de tocarle el meñique, la retiró inmediatamente. No encontraba el modo de hacerle saber lo que sentía en ese momento; por mi mente cruzaban miles de formas extrañas, a una velocidad que me evitaba pensar. Su pierna se pegó más a la mía, pues la frotaba bajo la mesa con movimiento uniforme vertical. El calor empezó a quitar espacio al frío lugar que nos había tocado, aumentando la zona de contacto, ya que indecisa arrimabas el muslo, cuando tu mirada volteaba al otro lado de la habitación para no verme. Deseabas escapar de lo que nuestra naturaleza corpórea pide a gritos y te sentías abandonada, alejada de un movimiento ardiente y placentero que nos sorprendía repentino, lejos de pinches voces mecánicas, que ni cosquillas nos hacían. Mi mano izquierda se deslizó bajo la mesa posándose sobre tu muslo izquierdo, que instintivamente moviste lejos, al sentir el contacto, pero luego de unos instantes lo regresaste para que mi mano poseyera la virtud de abandonarse, sin movimiento, a un contacto somnífero, cerca de tu rodilla. No me querías mirar, mientras que el calor emergía con más libertad en aquel lugar que parecía un monasterio, intimidando nuestros corazones, haciéndonos temblar de emoción, arrebatándonos de este mundo, inmersos en una sensación que nos arrebata la posibilidad de respirar. Tu respiración se aceleraba y con ello, junto con tu corazón, era difícil no sentirlo, pues el mío lo hacía a la par mientras que mi mano se deslizaba horizontal y muy lentamente, como si el instante se hubiese abierto para dejar descubrir sus capacidades. El embeleso baña tu rostro, el rojo carmesí preña de delirio tus ojos, invitándolos a que se conecten con los míos, más allá de la habitación, más allá de este mundo, donde el miedo desaparece, donde los demás ya no nos miran, donde mi corazón te aguarda en silencio. Las cosas pasan, sin embargo, la voluntad es una niña inocente, una sencilla princesa que no permanece, y que huye, no la podemos controlar, el terror administra su dosis de codicia, de dolor, de frustración, y lo que iba en buen camino, es arrebatado por el destino perverso que no desea que este corazón te llene de lo mejor que ha visto. Tu pierna se deslizó fuera de mi alcance, al otro lado de la vida, huyendo de la esquizofrenia, de la zona oscura, de la zozobra, de esta mano amiga que no sabe porqué. Tus movimientos bajo la mesa son instintivos y esporádicos, pues regresas tu cuerpo junto al mío, y cuando mi mano quiere hacer de las suyas, lo retiras, mientras que el calor ha subido a pasos agigantados, pues los otros ya se han dado cuenta y nos miran...


II


En el estacionamiento, le invité a subir al coche. ella se resistió un poco y como esas bellas e inocentes criaturas, quedó pensativa. Subió; su delgado y maravilloso cuerpo embellecía, sublime el asiento del pasajero; estaba lo más cercana a mí posiblemente, y en un lugar a solas. Puse un compac de U2, esperando que le gustara, lo que no fue una sorpresa. Sus ojos cafés dibujaban cierto brillo de alegría que descubría un escalofrío a mi interior y un temblor nacido del nerviosismo. Le pregunté si no deseaba escuchar otro tipo de música mientras abría la guantera, cuya puerta se situó encima de sus muslos, rápidamente moví mi mano derecha y la posee sobre su muslo izquierdo, ella permaneció mientras que su rodilla derecha cerraba la guantera. Mi mano recorrió sus formas cuando ella se le quedaba mirando, como si ésta fuese una persona con voluntad propia. Mi mano izquierda adoptó la labor de la derecha, mientras que la segunda se acomodaba y atraía su enjuto rostro más cerca del mío para besarla. Mis labios se impregnaron de los suyos, no sin antes sentir cierta resistencia; la sensación era sublime, mi lengua quería arrebatarle la suya, sus ojos cerrados, inspirados en un mundo sublime de idilio cuando mis labios se deslizaban abandonando mi delirio bajo su oído y cuello; la mano izquierda acaricia sus ardientes y frondosos frutos fuera del sostén, que se endurecen al contacto con mi piel, sus pezones atraen la deliciosa miel y no esperan mucho, pues la lengua ha bajado y recoge el resultado de la excitación, gotas de líquido blando, mientras que acaricia suavemente de modo circular tus ardientes pezones, ya no puedo contenerme, pues tus movimientos de éxtasis producen en mí, lo que siempre he sentido por tí, Di..., amor mío...


III


Llegamos a la puerta de la habitación, ella retrocedió temerosa cuando metí la llave a la cerradura; una vez dentro, abandoné abierta la puerta antes de encender la luz incandescente y me deslicé con disimulo tras la puerta. Ella permaneció un buen rato fuera cuando la ansiedad me atormentaba; el silencio fúnebre y la ansiedad me reventaba el oído - ya se fue guey... puta madre, ya la regaste-, un cuarto alfombrado, una cama matrimonial, un televisor y un closet, observaban el sudor que se deslizaba suavemente por la frente. Su mano se deslizó, tomó un extremo de la puerta, y la aventó para cerrarla, mientras que apresuradamente la tomé y levanté por detrás, mis manos fueron por su objetivo y sus senos se inflamaron, al sentir la presión y el magulleo. Ella luchó y al darle un espacio, volteó; el movimiento hizo que la despojara del abrigo y que nos besáramos, con tanta pasión que la levanté de las nalgas mientras ella, abrazada a mí, se enredaba a mi cintura. Levanté su blusa, llegué a sus senos, y bajé el sostén de encaje, mientras que mi boca empezaba a chupar sus pezones e impregnarlos de saliva. Descendí lamiendo su deliciosa piel con violencia; ella abría la boca para gemir, y se retorcía llena de placer en la pared...
Despojados de la ropa, bebía el placer a grandes tragos mamando sus senos, sus muslos abiertos permanecían suspendidos en el aire, mientras mi lengua bajaba, poco a poco, absorbiendo su perfume, arribando a su femineidad. Ella enterraba sus delgados dedos y arrugaba más la colcha, cuando sus ojos, en un principio mirando el techo, ahora dejaban este mundo para satisfacer su sed en las aguas tumultuosas del delirio. Mi lengua empezaba a internarse en su vagina, mientras abría más sus muslos, levantó su rostro y me dejó ver unos ojos extasiados de embriaguez, mientras que los dedos de su mano derecha surcaban mis cabellos con desesperación. Con movimientos rítmicos, penetré sus labios superiores y un gran estremecimiento, me avisó de su primer orgasmo, pero fui más lejos pues la lengua se movía como serpiente...
La voltee boca bajo, sus rodillas se apoyaban sobre la orilla de la cama, mientras que sus garras deseosas esperaban arrancar un pedazo a la almohada; el miembro, con la ardiente sangre que lo mantiene tieso, penetra, por detrás, su vagina que al momento de recibir el glande se estremeció, a tal extremo que no puede reprimir un gemido ahogado. La levanté de la cintura y dejé sus pies suspendidos en el aíre, mientras que con fuerza bombeaba rápidamente al unísono con sus gritos que encontraban eco en las paredes y que me excitaban tanto que encontraba el desborde pasional pegado a ella...
Cuanto placer puede tener alguien, de la persona a la cual se ama, el aíre parece limpiarse, los ojos parecen alumbrar los rincones, la vida parece despertar del sueño, las cosas son otras, volvemos a vivir libres de tan frenético delirio, mientras que mi voz grave alcanza la susodicha virtud de exclamar: -¿te gustó bebé?...-.

Texto agregado el 09-07-2006, y leído por 2230 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
13-11-2016 al fin un cuento que acaba bien satini
11-02-2008 chico, me pareció muy bueno este texto, la literatura erótica es muy complicada, pero te manejas bien con el tema, haces buen uso de las palabras sin caer en la cursileria ni en lo grotesco, y provocas un vaivén que se contagia, vamos, q sube la temperatura :) vihima
23-08-2006 soy nuevo en este "mundo" ammm kiero decirle que 5mentarios este cuento esTa super pasado que manera de eskribir i el 5 lo tiene mas q merecido (Y) _MiLLeR_
09-07-2006 sin aliento te lo digo mm que cosas mas extraordinaria.. me fije en cada detalle para no perderme mi ansiedad me ganaba pero la derrote y pude leerlo todo hace tiempo que no leia algo asi.. mis 5 sin mas explicaciones lovecraft
 
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