Un piano celeste y plano desfigura mi ansiedad,

la nutre de colegas aliados

para derretir su soledad,

le brinda distancia necesaria

para el deseo,

calidad complementaria para la confidencia.



Un coro,

una garganta desgarrada entre mis labios

desgrana su certidumbre ,

su verdad.

Mis oidos lloran su lamento enmudeciendo rutinas,

comiendo instantes condenados en la nada,

eyaculando morfina oxidada,

musgo acuoso,

cigueñas sin plumas,

escupiendo uñas clavadas en su espalda,

mordiendo su propio cuello,

saciando su rencor desde su propia sangre

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Sangre derramada en nombre de la niña que no dejaron sonreir a tiempo...